viernes, 8 de marzo de 2013

La despedida de Chávez

El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad despide al amigo y camarada




Por Raúl  Wiener

Si la voz del pueblo es la voz de Dios, bien fuerte ha hablado Dios en estos días en Caracas y toda Venezuela.
El dictador ha muerto, dice la derecha latinoamericana y la gran prensa mundial. Pero al “dictador” lo despiden entre lágrimas millones. Los mismos, y probablemente algunos más, de los que votaron por él en octubre del 2012, sabiendo de su estado de salud, para que viviera y siguiera al frente del gobierno.

Normalmente a los dictadores, los pueblos quieren echarlos y no resucitarlos con su afecto como se ha visto en Venezuela.
Usualmente, también, los dictadores tienen a su lado a la prensa oligárquica, y si tienen dudas pregúntense dónde estuvo El Clarín y La Nación durante la dictadura de Videla, o El Mercurio en tiempos de Pinochet, o el conjunto de los grandes medios de prensa en el Perú de Fujimori.

Pero ahora nos quieren hacer creer que porque Chávez denunciaba a la oligarquía de los medios venezolanos y se peleaba con ellos, pero los dejaba seguir existiendo, es porque era un dictador contra los derechos humanos.
¿Los derechos humanos de quién? ¿Dónde están las masacres de Hugo Chávez, si se las compara con las que Estados Unidos protegía en los años 70 y entrados los 80, o para el caso democracias como las de Alan García o Carlos Andrés Pérez capaces de matar 300 personas en un solo acto?
¿La libertad de prensa de quién?, ¿cuándo se escuchó la opinión de los venezolanos que hoy cubren las calles de las principales ciudades de Venezuela? Digamos incuso que si la derecha se buscó a Capriles es porque no podía enfrentar ni convencer con su discurso “antidictatorial” a esa masa que durante casi tres lustros creyó en Chávez y sigue creyéndole después de muerto.

Por eso el candidato opositor no usa ahora la palabra dictadura ni ataca frontalmente al legado del comandante muerto, sino que habla de reconocer las conquistas del pueblo y de mantener el juego democrático.
Curioso para los herederos de los que tuvieron el poder toda la vida y nunca se ocuparon de ese mismo pueblo, a pesar de gozar de la bonanza del petróleo, y que tomaron parte en el golpe del 2002 para derrocar al presidente que los había derrotado en las urnas un año antes.
Y es que es bien difícil ponerse al frente de quién les ganó limpiamente cuatro elecciones presidenciales, un referéndum revocatorio, un golpe de Estado y una huelga petrolera, para no hablar de elecciones parlamentarias y regionales, y querer cuestionar su legitimidad política.

Eso lo puede hacer Galarreta desde acá porque no significa nada. Como tampoco valen algo los titulares y editoriales de la gran prensa que hablan de divisiones y grandes crisis en un país que no ha acabado de enterrar a su presidente.
Ya habrá tiempo para entender qué es lo que se viene.
08.03.13