El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad despide al amigo y camarada |
Por Raúl Wiener
Si
la voz del pueblo es la voz de Dios, bien fuerte ha hablado Dios en estos días
en Caracas y toda Venezuela.
El
dictador ha muerto, dice la derecha latinoamericana y la gran prensa mundial.
Pero al “dictador” lo despiden entre lágrimas millones. Los mismos, y
probablemente algunos más, de los que votaron por él en octubre del 2012,
sabiendo de su estado de salud, para que viviera y siguiera al frente del
gobierno.
Normalmente
a los dictadores, los pueblos quieren echarlos y no resucitarlos con su afecto
como se ha visto en Venezuela.
Usualmente,
también, los dictadores tienen a su lado a la prensa oligárquica, y si tienen
dudas pregúntense dónde estuvo El Clarín y La Nación durante la dictadura de
Videla, o El Mercurio en tiempos de Pinochet, o el conjunto de los grandes
medios de prensa en el Perú de Fujimori.
Pero
ahora nos quieren hacer creer que porque Chávez denunciaba a la oligarquía de
los medios venezolanos y se peleaba con ellos, pero los dejaba seguir
existiendo, es porque era un dictador contra los derechos humanos.
¿Los
derechos humanos de quién? ¿Dónde están las masacres de Hugo Chávez, si se las
compara con las que Estados Unidos protegía en los años 70 y entrados los 80, o
para el caso democracias como las de Alan García o Carlos Andrés Pérez capaces
de matar 300 personas en un solo acto?
¿La
libertad de prensa de quién?, ¿cuándo se escuchó la opinión de los venezolanos
que hoy cubren las calles de las principales ciudades de Venezuela? Digamos
incuso que si la derecha se buscó a Capriles es porque no podía enfrentar ni
convencer con su discurso “antidictatorial” a esa masa que durante casi tres
lustros creyó en Chávez y sigue creyéndole después de muerto.
Por
eso el candidato opositor no usa ahora la palabra dictadura ni ataca
frontalmente al legado del comandante muerto, sino que habla de reconocer las
conquistas del pueblo y de mantener el juego democrático.
Curioso
para los herederos de los que tuvieron el poder toda la vida y nunca se
ocuparon de ese mismo pueblo, a pesar de gozar de la bonanza del petróleo, y
que tomaron parte en el golpe del 2002 para derrocar al presidente que los
había derrotado en las urnas un año antes.
Y
es que es bien difícil ponerse al frente de quién les ganó limpiamente cuatro
elecciones presidenciales, un referéndum revocatorio, un golpe de Estado y una
huelga petrolera, para no hablar de elecciones parlamentarias y regionales, y
querer cuestionar su legitimidad política.
Eso
lo puede hacer Galarreta desde acá porque no significa nada. Como tampoco valen
algo los titulares y editoriales de la gran prensa que hablan de divisiones y
grandes crisis en un país que no ha acabado de enterrar a su presidente.
Ya
habrá tiempo para entender qué es lo que se viene.
08.03.13