Itayosara
Rojas / Viernes 8 de marzo de 2013
A
comienzos del Siglo XX, antes de la confrontación armada que significaría la
primera guerra mundial, las mujeres del mundo se alzaron para pedir inclusión
social e igualdad en un mundo dominado por hombres. Entre 1909 y 1910 se
celebraron los primeros días de la mujer, esta iniciativa es apoyada por las
mujeres organizadas en el partido socialista en EEUU; más adelante se
desarrollarán mítines por toda Europa exigiendo igualdad y mejores condiciones
de vida para las mujeres trabajadoras. Mientras el mundo se sacude por la voz
de las mujeres, el 25 de marzo de 1911 en Nueva York son quemadas más de 140
jóvenes trabajadoras de una fábrica de camisetas, hecho que describe la
condición de la mujer para la época y logra repercutir en la legislación
estadounidense.
Para
1913, el día de la mujer ya había sido instaurado y celebrado en varios países
de Europa. Lo realmente interesante es que no sólo se agitaba la bandera de la
igualdad entre los sexos, también se alzaban voces en contra de la
confrontación, en contra de la guerra y aquellas voces eran femeninas. A pesar
de la guerra, en Rusia se alzaba lo que sería una de las más importantes
revoluciones en toda la historia: la revolución bolchevique; allí participaron
mujeres organizadas en la social democracia y otras que simplemente se movían
por su condición en las fábricas. Al triunfar la revolución, la bandera de las
feministas es tomada no solamente por mujeres, sino por hombres que empezaron a
materializar las demandas de las feministas: el aborto, el divorcio, el
sufragio y evidentemente la celebración del día internacional de la mujer
trabajadora.
Hasta
el momento hemos hecho un breve recuento histórico de la instauración del día
de la mujer y es necesario para poder pensar de nuevo en la condición de ser mujer
y repensar la celebración de este día. En la actualidad la celebración del día
de la mujer trabajadora se ve empantanada de publicidad, de productos, de rosas
y chocolates que desestiman y ocultan la verdadera lucha de la mujer. Por el
contrario estas formas de celebrar el día de la mujer aumentan los prejuicios y
estigmas sobre lo que significa ser mujer, de lo que se trata ser mujer. ¿Por
qué pensar que a todas las mujeres nos gusta el chocolate?, ¿Por qué pensar que
todas deseamos rosas o regalos?. Lo que hemos ganado y lo que nos falta se
esconde tras estereotipos y estigmas que nos impiden ver lo que significa ser
mujer en un mundo como este.
El
primer paso para desvanecer los estereotipos y el estigma sobre el cuerpo y la
condición de ser mujer es problematizar el mundo y la sociedad que se presenta
ante nuestros ojos, problematizar aquellos rasgos de libertad y democracia con
los que supuestamente se caracterizan las sociedades contemporáneas. Es
realizar un cuidadoso y crítico examen de nuestra condición en un mundo
material y concreto. Así pues objetar nuestra condición en la sociedad es
imposible sin someter a la crítica a la sociedad.
De
esta forma, ser feminista involucra la reivindicación de nuestra condición de
mujer y la reivindicación por la construcción de un mundo mejor. Retomando las
palabras de Simone de Beauvoir, ser feminista es una forma de vivir
individualmente para luchar colectivamente, de nada sirve la voz de una mujer,
necesitamos la voz de miles y millones de mujeres que vivan individualmente la
condición de ser mujer y luchen colectivamente, no solo por nuestras
reivindicaciones o nuestras condiciones, sino por una forma de concretar el
mundo distinta en la que quepan, hombres, mujeres, trabajadores, trabajadoras,
campesinos, campesinas, homosexuales, lesbianas, transexuales, niños y niñas.
Nuestras pretensiones como mujeres implican una nueva connotación del ser
humano; implican hombres y mujeres libres, solidarios, creadores y creadoras
que desestimen cualquier propuesta de superioridad, explotación o egoísmo;
nuestras reivindicaciones son la transformación de una naturaleza humana para
que sea eso, más humana.
El
día de la mujer debe entenderse de otro modo ante las exigencias que hoy las
mujeres hacemos, debe responder ante nuestras inquietudes, ante nuestras
preguntas dudas y reclamos; el día de la mujer debe reconocer la lucha
histórica de cientos de mujeres y hombres comprometidos con la igualdad, la paz
y con una sociedad nueva.
Entonces,
resulta realmente contradictorio que las rosas que recibimos hoy las mujeres
sean plantadas y arregladas por otras mujeres que trabajan en condiciones
laborales precarias y pierden la vida en esta labor. Es realmente
contradictorio que mientras el mercado vende y pisotea la dignidad de las
mujeres, este mismo ofrezca productos para que sean regalados a otras mujeres.
Es puramente contradictorio que celebremos el día de la mujer mientras miles de
los productos que se ofertan sean promocionados con nuestros cuerpos desnudos.
Es más que contradictorio que al tiempo que celebramos el día de la mujer
millones de mujeres en el mundo tengan que vender su cuerpo y su dignidad para
poder sobrevivir. Y es aún más contradictorio que las empresas que nos ofrecen
los productos con los que acariciamos nuestra piel, sean las mismas que
fabrican las armas con las que se asesina en nombre de la democracia.
Aunque
tengamos miles de concesiones en el mundo “democrático”, estas no se
materializan. Aunque Hugh Hefner se llene la boca diciendo que sus revistas y
sus posiciones lograron emancipar a la mujer en lo que se refiere a su libertad
sexual, miles de mujeres soportan sobre sus cuerpos títulos de putas, lesbianas
o perras, o centenares de mujeres hoy son imagen de productos o son la
mercancía con la que hombres como Hefner se llenan los bolsillos, mientras
nuestra dignidad y condición es quebrantada. La libertad sexual que proclaman
los seguidores de Hefner no es más que la libertad sexual de hombres ricos, con
poder que buscan hacer lo que hacían antes pero esta vez sin ser juzgados. La
libertad sexual que proclamamos las oprimidas del mundo no se refiere a la
posesión de otro ser, no se refiere al culto a ciegas a la libertad individual
sobre todas las cosas e incluso sobre otras personas; se refiere a una libertad
sexual que guarda como principio la camaradería y el respeto por la otra y por
el otro, sin animo de ser juzgada o juzgado por esto.
En
este sentido la libertad sexual no es la única reivindicación de la mujer y es
casi que imposible sin la transformación de las bases económicas de la
sociedad, como lo manifestó Alexandra Kollontai. Las mujeres no exigimos los
mismos privilegios de los hombres, exigimos el cambio de una sociedad que
desecha a los humildes y enaltece a los poderosos, exigimos igualdad económica
para hombres y mujeres, exigimos trato respetuoso para cada uno de los seres
humanos, exigimos un nuevo código moral que no sea manifestación del arraigado
individualismo, exigimos un código moral con respeto hacia el otro y hacia la
otra, exigimos cargar en nuestros vientres a niños y niñas libres que puedan
estudiar y trabajar. Exigimos la abolición de los estereotipos de belleza que
nos hacen esclavas de la imagen y del mercado, exigimos ser tratadas como
mujeres y no como productos o mercancías, exigimos la posibilidad de dar a luz
ideas, exigimos nuevos roles en la sociedad que no involucren llanamente la
maternidad. No solamente exigimos entrar al campo laboral y ser explotadas como
muchos hombres, exigimos la abolición de la explotación, exigimos dejar de ser
explotadas como trabajadoras y como mujeres. Exigimos y trabajamos por una
sociedad más justa.
Las
demandas de las mujeres no mueren en el derecho al voto o la ley de cuotas para
tener acceso a los mismos cargos públicos que los hombres. Las reclamaciones de
las mujeres no son solo para nosotras, nuestras reivindicaciones son para
hombres, niños, indígenas, afros, lesbianas, homosexuales; nuestras
reivindicaciones no representan mejor trato en una sociedad desigual, nuestras
reivindicaciones necesitan de una nueva sociedad. Así pues es imperante la
organización de mujeres, de hombres que hoy como hace más de un siglo levanten
la bandera de igualdad entre los sexos, la paz, la justicia y una nueva
sociedad.
“Un
mundo nuevo surge hoy de la epopeya de la libertad, nutrida con sangre y con
llanto y con tortura. Es un deber responder al llamado de la historia. Tenemos
que hacer que Colombia responda. Cada vez son más amplios los horizontes de
libertad, de justicia y de paz. Hoy como ayer, soy un soldado/a del mundo.”
María
Cano