Por Horacio Duque
No para la
insurrección cafetera. El paro cívico nacional de los pequeños y medianos
campesinos de la caficultura es como una bola de nieve que crece todos los días
y contagia otros colectivos populares, como los camioneros que reciben un golpe
del Ministro de Minas y Energía, con un nuevo reajuste de los precios de la
gasolina.
Impensable lo
que esta ocurriendo. Tanto pontificar sobre paros cívicos, huelgas políticas y
movilizaciones para desmontar el poder oligárquico centenario y el
neoliberalismo depredador, para concretar la revolución y el socialismo y la
liebre salta por donde menos se espera.
Los campesinos
ligados a la producción cafetera, pequeños y medianos caficultores, los trabajadores
y trabajadoras escogedores de cafe y ejecutores de las otras labores de la
caficultura, han protagonizado un levantamiento espectacular contra el
neoliberalismo encarnado en los TLC que los gobiernos van firmando sin importar
las consecuencias sociales de los mismos. Es lo que ha hecho el señor Santos en
sus meses de gobierno y lo que hizo su patrocinador, el Señor Uribe, durante
ocho años, protagonista ahora de una voltereta oportunista para despejar sus
ambiciones electoreras y la de sus flamantes y cínicos precandidatos
presidenciales.
La insurrección
de miles de campesinos nos da lecciones en las formas de lucha contra los
poderes plutocráticos. Hay que hacer el aprendizaje y replicarlas por el
resto de las luchas populares.
Bloqueos de carreteras,
acciones masivas contra el ESMAD, denuncias de la violencia policial, pliegos
adecuados, voceros documentados, son modalidades de acción que demuestran su
alta efectividad para doblegar la soberbia del poder oligarquico que representa
el señor Santos y sus mediocres ministros, que hace rato debieron renunciar a
sus cargos.
El
paro cívico cafetero es de tal potencia que ya tiene por el suelo la
anacrónica institucionalidad de la Federación Nacional de Cafeteros y sus
Comités locales, nido del burocratismo y la corrupción.
El poder
constituyente de los caficultores desbordo el poder constituido de los reyes
conservadores de la caficultura y exige una Constituyente cafetera, ¡Ya!.
La revuelta
antineoliberal colombiana en curso que simbolizan los valientes luchadores del
Huila (Gigante, Garzon y Paicol), no va a parar. Se va a generalizar y sus
técnicas hay que utilizarlas en otros escenarios de rebeldía revolucionaria que
se gestan con los usuarios de la salud, con los algodoneros de Córdoba,
los maiceros de Cerete, los arroceros del Tolima, los paneleros de
Villeta, los lecheros del Meta y el Cesar, los cacaoteros de San Vicente de
Chucuri, los cocaleros del Guaviare, los trigueros de Sandoná, los paperos
de Boyacá los vendedores ambulantes de Bucaramanga, Cucuta y
Medellin, los movimientos cívicos contra la corrupción en Bogota, los
indignados de Cartagena y Magangue, los campesinos del Putumayo, los indigenas
del Cauca, los camioneros, los universitarios, las madres comunitarias, las víctimas
defraudadas por las reparaciones clientelistas y las restituciones de farsa, y
los desempleados.
El común denominador
de estas luchas es su ataque al neoliberalismo y al poder político que lo
implantó y promueve con nuevas modalidades.
Tenemos entre
nosotros el “sujeto político” antineoliberal que ha
cuajado después de prolongadas luchas organizadas y lideradas por las
diversas expresiones de la izquierda consciente y consecuente. Es preciso
asumir cabalmente esta realidad para alcanzar nuevos niveles de la lucha del
pueblo contra la hegemonía oligárquica en crisis. Es lo que nos
indica, por lo demás, la mezquindad de aquellos politiqueros y
politiqueras que, pescando en río revuelto, ya están organizando la rapiña de
las listas electorales que deben, supuestamente, oficializarse a la vuelta de
14 meses. Pero así es y hay que desenmascararlos, porque el daño que
ocasionan es tremendo.
@PazXXI