jueves, 18 de octubre de 2012

El triste papel de los lagartos de la paz (en Colombia)

Y de cómo la Corporación Nuevo Arco Iris se hace pasar por respetable

Por Gabriel Ángel 

Gabriel Ángel, junto con Manuel Marulanda
Mencionan en algunos medios de comunicación, con evidente sorna, la desbordada profusión de lagartos de la paz, para referirse al cúmulo de personas y organizaciones que a última hora se disputan afanosamente un puesto de privilegio en el escenario de los diálogos. Es cierto que existen y se multiplican rápidamente en la medida que se acercan las conversaciones de La Habana. Pero es innegable que los mismos medios contribuyen a posicionarlos ante la opinión pública. Importantes intereses dentro del Establecimiento recomiendan impulsarlos. El dicho de los desmovilizados y renegados adquiere cierta importancia en el momento presente. 

LA VOZ DE LAS GUERRILLAS es silenciada deliberadamente. Y en su lugar se difunde la opinión de contritos reinsertados de otras épocas, y hasta la de quienes sin haber sido alzados, traicionaron impunemente la lucha legal en defensa de los intereses de los trabajadores de la ciudad y el campo. Lucho Garzón, quien fue vocero del movimiento sindical en el Caguán, y ahora lo es sin el menor sonrojo del gobierno neoliberal de Santos, es uno de los bufones de paz frecuentemente consultados, como lo son Antonio Navarro, Gustavo Petro o León Valencia, para no referirnos al triste cascarón del Vicepresidente, enfermo como aquellos por figurar en la hora. 
Su discurso se puede resumir de este modo: las FARC no tienen ningún futuro, son una organización descompuesta al borde del derrumbamiento, que perdió por completo cualquier respaldo popular y no tiene ni la más mínima posibilidad de triunfo. Y añaden: su sobrevivencia se explica únicamente por el narcotráfico, actividad condenada a muerte a mediano plazo. Así que lo mejor que pueden hacer es aceptar la generosa oferta del gobierno Santos y desmovilizarse cuanto antes. Con notable presunción, invitan a valorar las ventajas de ésta, la última oportunidad que obtendrán. 
Y aconsejan con malicia: aún es posible conseguir algún tipo de perdón para los crímenes, ganar la oportunidad de participar en política electoral. En eso sí que podrían ayudar ellos, desde sus posiciones oficiales, sus oenegés y sus fundaciones por la paz. Habría mucho dinero de por medio, en proyectos para los desmovilizados, para las víctimas, para la asistencia social. Europa aportaría muchos euros y los Estados Unidos gran cantidad de dólares. Todos ganaríamos y nuestro país se convertiría en modelo. Si lo sabrán ellos, que empezaron a vivir de eso hace años. 
La humillación total de los disidentes de ELN, encabezados por  León Valencia. Éste
negociaba con el gobierno de César Gaviria y pidió unos talleres y dinero en cambio
a los fusiles que se llevó de ELN. La respuesta a los negociadores de los militares fueron ráfagas
 que mataron a dos de los negociadores de Valencia. Pero éste no quedó triste. Fundó  la
"corriente renovadora socialista", un grupúsculo que muy rápido desapareció y
se convirtió en una ONG, llamada "la Corporación Nuevo Arco Iris", financiada desde
Suecia donde llegó después los asesinatos de sus compañeros y tuvo muchas 
dificultades
de responder políticamente el hecho que entregó las armas justo en el momento cuando
César Gaviria entregó el mercado del campo colombiano a las transnacionales. Como el
caso del salvadoreño Joaquín Villalobos, traidor al FMLN, Luis Valencia ahora esta
al servicio a los sectores “humanos” de la oligarquía colombiana.

DE ESA MANERA SE FORTALECE la propaganda oficial, la matriz de opinión, la idea que se persigue quede flotando en la mente de todo el mundo: la terminación del conflicto significa únicamente que los rebeldes desistan de su lucha armada y acepten reincorporarse a la institucionalidad tal cual es. Contarán con garantías y por eso se apela a todos esos personajes como ejemplo. En caso de que se nieguen, estarán renunciando solitos a la forma civilizada de solucionar el problema, y condenándose por necios a que la salida no sea otra que su exterminio ejemplarizante. 
Sin darle más vueltas al asunto, he allí el triste papel al que quedaron reducidos todos esos renegados del pasado. Por eso no resulta extraño que gran parte de ellos tenga serios problemas con el alcohol o las drogas, haya preferido opciones sexuales diversas y escandalicen a muchos por su vida licenciosa. Es obvio que el dinero no garantiza la felicidad, entre otras cosas porque siempre se querrá más. La traición envilece y descompone. De allí su desespero por ganarse un lugar en el seno de la alta clase social que los desprecia. Y que por sus serviles oficios les asignó el sospechoso mote de izquierda democrática. 
MENCIÓN ESPECIAL MERECE la llamada Corporación Nuevo Arco Iris, una de esas oenegés puestas de moda recientemente por los monopolios informativos. Pese a que sus estudios especializados son financiados con cuantiosos recursos externos, como en el caso de la famosa investigación sobre la parapolítica que convirtiera en estrella fugaz a Claudia López, salta a la vista la pobreza científica de sus conclusiones. Tanto en ese, como en sus demás vacuos estudios, jamás se realiza un examen objetivo e imparcial sobre el papel de los intereses económicos de clase en la problemática analizada. 
Es así como la parapolítica terminó siendo una especie de cáncer que afectó una porción del Estado, debido a la intromisión de la mafia narcotraficante empeñada en consolidar un poder regional con algunas redes nacionales, y a la que había que denunciar y combatir, curiosamente tras comenzar su retroceso por los virajes uribistas hacia la desmovilización. Nada tenía que ver el paramilitarismo con el Estado colombiano, ni con su modelo de democracia, ni con su tradicional política de seguridad. Tampoco con las políticas norteamericanas de dominación e intervención en América Latina y Colombia en particular. En resumen, un fenómeno accesorio y temporal de corrupción. 
Luis Valencia, director de la pequeña pero lucrativa empresa Corporación Nuevo Arco Iris

COMO MIRAN TAMBIÉN AL CONFLICTO ARMADO colombiano. Una lucha entre un Estado que se excede a veces en su labor represiva, y unas guerrillas insensatas que sólo contribuyen al crecimiento de la espiral violenta. Es decir un conflicto sin raíces sociales ni políticas, un conflicto sin historia, sin vinculaciones con la lucha de los campesinos por la tierra o los trabajadores por mejores condiciones de vida. Un conflicto situado por fuera del régimen terrorista que impera en Colombia, que nada tiene que ver con la ausencia de democracia ni la persecución política. Un conflicto que puede solucionarse mediante una simple desmovilización negociada si las guerrillas acceden por fin a ella. 
El dudoso prestigio que le confiere a esta corporación la gran prensa, la anima a lanzar periódicamente especies a las que otorga un certificado de veracidad, sin tener ningún tipo de comprobación real, muy al estilo de la labor de propaganda negra o guerra sicológica que emplea la inteligencia militar. No en vano León Valencia sustituyó en sus columnas en varios medios a Alfredo Rangel, probado agente pago del Ejército colombiano. La falsa versión de Arco Iris sobre el fusilamiento de Granobles a manos de las FARC por no sé cuántos pillajes, constituye apenas su más reciente infamia, la cual pone nuevamente en evidencia su papel provocador. Lástima por aquellos que alguna vez le atribuyeron seriedad. 
Paradójicamente, Arco Iris enarbola la bandera de la solución política aduciendo la inviabilidad de la salida militar. No hay que llamarse a engaños. Desde ya sus responsables se saborean con los jugosos proyectos y contratos que intuyen surgirán de la promocionada reinserción de las guerrillas. Lo aprendieron desde 1994, cuando brotaron de la desmovilización de la Corriente de Renovación Socialista (de ELN). Nadie como ellos para saber de los negocios que pueden hacerse con recursos internacionales. Y de cómo sirviéndoles de modo transversal, puede obtenerse el progresivo reconocimiento de las clases dominantes. Y parecer respetables, pese a su mediocridad.