Culminó la segunda ronda de conversaciones en Oslo
Negociaciones en Oslo y La Habana , ¿culminarán en
Caquetá?
Hasta ahora las
conversaciones de paz entre el gobierno y la guerrilla colombiana llegaron a su
segundo puerto, Oslo. De allí irán al tercero, La Habana. Lo más difícil es un
acuerdo final y que se celebre en Caquetá.
Por Emilio MARÍN
El 27 de agosto el
presidente colombiano confirmó que había negociado con representantes de las
FARC durante seis meses, en La
Habana , con vistas a una agenda para la paz. Los garantes
habían sido Venezuela y Noruega, país al que se trasladarían los delegados para
seguir la negociación.
Y así ocurrió mal que le
pesara a Alvaro Uribe y los más recalcitrantes del militarismo y
paramilitarismo, para quienes la única solución era aniquilar militarmente a
los rebeldes.
En vez del 8 de octubre
como estaba previsto, el encuentro de las delegaciones se produjo el 18 en
Hurdal, a 80
kilómetros de Oslo. El gobierno local facilitó un hotel
para que las partes pudieran reunirse y dar una conferencia de prensa conjunta,
tras lo cual cada una tuvo su propio encuentro con los medios. Estos fueron
muchos pues había gran interés internacional. Muchos cronistas querían
interrogar, por un lado al responsable de la comitiva oficial, el ex
vicepresidente Humberto de la
Calle , y por el otro al jefe de las FARC, el comandante Iván
Márquez.
¿Por qué esa demora de
diez días? Hubo varios factores que incidieron. El principal, puede haber sido
la tardanza de la fiscalía colombiana en tramitar el cese de las órdenes de captura
internacional y “alerta roja” de Interpol. Sin ese trámite los negociadores de
la guerrilla no podían salir de Colombia ni viajar desde Cuba a Noruega sin
exponerse a caer presos.
Secundariamente, hubo
demoras porque la administración Santos objetó a la guerrillera de origen
holandés Tanja Nijmeijer (Alexandra) como parte de la delegación. Es una
revolucionaria internacionalista que hace tiempo milita en las FARC y fue
designada para tareas de traducción pues domina varios idiomas.
Alexandra no estuvo en
Oslo pero estará en La Habana ,
cuando el 5 de noviembre comience allí la tercera fase de las negociaciones. Se
supone que diez días más tarde las dos partes comparecerán en público en Cuba y
darán un informe sobre la discusión, que en esa etapa estará centrada en la
problemática de la tierra. ¿Quién propuso comenzar por ese asunto? Obvio, las
FARC, que en 1964 nacieron en Marquetalia como parte de una autodefensa de
campesinos dirigida por Pedro Antonio Marín (Manuel Marulanda Vélez).
Antes también hubo objeciones
gubernamentales a la designación del guerrillero Simón Trinidad (Ricardo
Palmera), que fue extraditado a Estados Unidos y purga una injusta condena a 60
años de prisión. Márquez reclamó en Oslo que Trinidad pueda intervenir aunque
sea por teleconferencia, trayendo a colación el rol del entonces preso Nelson
Mandela para los acuerdos de paz en Sudáfrica.
La polémica recién comienza
Las presentaciones de De
la Calle y
Márquez dejaron claro que el camino de la paz en Colombia está lleno de
obstáculos. Hasta ahora lo acordado, que no es poco, gira en torno los puntos a
discutir. A saber: desarrollo rural y mayor acceso a la tierra, garantías del
ejercicio de oposición política y participación ciudadana, fin del conflicto
armado, que implica abandono de las armas y reinserción de los guerrilleros;
búsqueda de solución al problema del narcotráfico y derechos de las víctimas.
Pero en cada uno hay
concepciones antagónicas, que harán muy difícil arribar a una síntesis. Y
además, como ha ocurrido en otras latitudes del mundo, incluida Colombia en
instancias anteriores, una cosa es el texto que se pudiera convenir y otra la
forma de llevarlo a cabo, en la práctica.
El discurso
gubernamental fue que hay que ceñirse a esos cinco puntos y en un tiempo
relativamente breve, sin firmar un cese del fuego ni nada por el estilo. De la Calle dijo no ser “rehén”
del proceso de paz, dando a entender que si en un lapso equis no se firma el
desarme de la guerrilla, Santos dará por finalizada la negociación. Puntualizó,
en contraste con Márquez, que el Estado no acepta discutir sobre el modelo
económico ni la doctrina de las fuerzas militares. Eso sería alejarse de la
agenda acordada, señaló.
Respondía así al jefe de
la comitiva rebelde, quien en un discurso de media hora cuestionó la entrega de
la economía colombiana al accionar de las multinacionales y la oligarquía.
Márquez deploró la subordinación pentagonista de los militares colombianos que
siguen percibiendo 700 millones de dólares anuales a cuenta del “Plan Colombia”.
Los grandes empresarios
y multis quedaron retratados así: “hay que poner fin a esa monstruosidad que
son los contratos a 20 y 30 años que privilegian los derechos del capital en
menoscabo del interés común. Y claro, se escuchan a los portavoces del gobierno
y la oligarquía proclamando el crecimiento de la economía nacional y sus
exportaciones. Pero no, en Colombia no hay economía nacional. Quienes exportan
el petróleo, el carbón, el ferroníquel, el oro y se benefician con ello, son
las multinacionales. La prosperidad, entonces es de éstas y de los gobernantes
vendidos, no del país”.
Esta crítica provocó
mucha irritación en la contraparte. El diario El Tiempo de Bogotá, propiedad de
la familia presidencial, consignó por medio de su enviada especial que las palabras
de Márquez habían ofendido a “familias de personas que incluso hacen parte del
equipo oficial, como Alejandro Eder, que estaba presente; provocaron tal
malestar que Humberto de la
Calle , coordinador del grupo, no pudo ocultarlo cuando
regresó al auditorio”.
Nada fácil
La negociación
continuará en La Habana
el 5 de noviembre, aunque las fechas estarán sometidas a los vaivenes de la
política.
Por lo visto en Oslo no
será nada fácil el avance en dirección final a la paz.
Sólo el debate del
primer punto, referido a la tenencia y uso de la tierra, encontrará a los
contendientes en dos rincones muy opuestos. El gobierno expresa a la capa
superior de latifundistas y ganaderos, y Santos personalmente es parte orgánica
de esa clase.
En el polo opuesto, las
FARC descienden en línea directa de los campesinos pobres de Marquetalia de los
años ´60. Quizás alguien crea que el actual campo colombiano es próspero y
moderno. Repárese en el cuadro que pintó Márquez el 18/10: “más de 30 millones
de colombianos viven en la pobreza, 12 millones en la indigencia, el 50% de la
población económicamente activa, agoniza entre el desempleo y el subempleo,
casi 6 millones de campesinos deambulan por las calles víctimas del
desplazamiento forzoso. De 114 millones de hectáreas que tiene el país, 38
están asignadas a la exploración petrolera, 11 millones a la minería, de las
750 mil hectáreas en explotación forestal se proyecta pasar a 12 millones. La
ganadería extensiva ocupa 39.2 millones. El área cultivable es de 21.5 millones
de hectáreas, pero solamente 4.7 millones de ellas están dedicadas a la
agricultura, guarismo en decadencia porque ya el país importa 10 millones de
toneladas de alimentos al año. Más de la mitad del territorio colombiano está
en función de los intereses de una economía de enclave”.
Se dirá que Santos ha
encarado un proceso de “titulización” de tierras que supuestamente favorecerá
al campesinado. Para la guerrilla se trata de una farsa, que daría títulos a algunos
campesinos sobre tierras marginales. Esos títulos serían vendidos a mineras y
petroleras, que explotarán esos recursos como mejor les plazca. Los supuestos
beneficiarios no estarán ligados a la tierra sino que seguirán viviendo en los
cordones de las grandes ciudades, en una pobreza apenas mitigada por esos
“títulos”, en el mejor de los casos.
Ese es el primer tópico
de la agenda, con sus anexos de “acceso y uso de la tierra, tierras
improductivas y formalización de la propiedad, infraestructura y adecuación de
tierras, desarrollo social, mercadeo y sistema de seguridad alimentaria”. Un
acuerdo en la letra y la práctica es extremadamente complicado, casi imposible.
Si ese el primer round,
el quinto y supuestamente último también luce tormentoso: “el derecho de las
víctimas”. De la Calle
se presenta como si representara al estado benefactor de Noruega y no al
narco-paramilitar sudamericano, y sostiene que las FARC son las victimarias que
“deben dar la cara ante las víctimas”. La otra parte se considera como
respuesta y no causa de la violencia, y reprocha al Estado las 50.000
desapariciones de los ocho años de Uribe y los “falsos positivos”, entre otras
violaciones a los derechos humanos.
“La doctrina militar es
un tema que no está en discusión. Tenemos unas Fuerzas Armadas modernizadas que
respetan los derechos humanos”, se encolerizó De la Calle en Oslo. Tanto no los
defendían pues hasta en EE UU había objeciones a firmar Tratados de Libre
Comercio invocándose las tremendas violaciones de los militares colombianos a
los DD HH.
La guerra es la
continuación de la política por otros medios. Y la paz suele ser la tregua
entre guerra y guerra. Bienvenidas estas conversaciones de Oslo y La Habana ; otra cosa es que
finalmente vaya a reinar la paz en el Caquetá. Para eso debería imperar la
justicia social, que por ahora está en las fosas comunes con miles de
desaparecidos y víctimas en Colombia.
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