domingo, 28 de octubre de 2012

Paz con transición democrática




Horacio Duque
Han pasado mas de 10 años de una guerra fallida contra la insurgencia campesina revolucionaria en la que se usaron de manera intensa todos los recursos posibles: forma/Estado fascista, guerra sucia, manipulación ideológica, populismo ultraderechista, cárcel, desapariciones, parapolítica, tecnología aérea, bases militares gringas, Plan Colombia, chuzadas.
Sin embargo, una facción de la clase dominante, la de supuestos buenos y aristocráticos modales, replanteo la estrategia y regreso a la Mesa de conversaciones con las Farc. Dados los previsibles niveles de ruptura intraclase, transitó el camino de la discreción y formalizó un Acuerdo para la superación de la violencia y la construcción de una paz estable y duradera en Colombia, después de más de medio siglo de guerra de exterminio contra el movimiento popular nacional y sus potente resistencia contra el poder oligarquico pro gringo.
Vista la globalización de la actual sociedad y observados los efectos de la descomunal crisis financiera del sistema/mundo capitalista, los riesgos del contagio de la prolongada resistencia revolucionaria colombiana hacia el resto de la inconformidad popular internacional son reales. La guerra civil colombiana cobro dimensiones geopolítica no sólo en el entorno regional sino en un espacio de mayores dimensiones. Por eso el apoyo a Santos desde la Unión Europea, Washington, Roma, Brasil, Chile, Naciones Unidas y otros centros importantes de poder mundial. Por eso el apoyo de los “cacaos” latinoamericanos desde Cartagena, en reciente Convención liderada por Slim.
El nuevo pacto del Estado colombiano con las Farc ya tiene un camino recorrido, materializado en el Acuerdo general de La Habana para las conversaciones. Es un convenio entre plenipotenciarios que apertura una etapa de transición desde la guerra civil hacia la democracia moderna, que garantice los derechos fundamentales de los ciudadanos y permita la participación política plena de todos los sujetos y subjetividades políticas que emerjan en esta coyuntura histórica.
En América Latina han ocurrido, desde los años 70 del siglo XX, transiciones desde las violentas dictaduras militares terroristas hacia formas/estado relativamente democráticas. Ocurrió en Brasil, donde las gigantescas movilizaciones populares de los obreros de la industria automotriz y la presión de la iglesia progresista, dieron al traste con el dominio castrense. Igual en Uruguay. En Argentina el levantamiento popular derribo la sangrienta cúpula de los gorilas. En Chile la acción de masas acorraló a Pinochet. En Bolivia, la nación indígena fue contundente en su marcha hacia la libertad. Chávez simboliza la ruptura radical con el obsoleto poder oligarquico y la mirada hacia el Socialismo.
La Mesa de conversaciones de La Habana es el eje de la inflexión historica colombiana. Derriba el muro del bipartidismo y del poder oligarquico despótico y excluyente. Es lo que no podemos perder de vista y dejar de capturar en el análisis. 
Tenemos el desafío de pensar la transición. Una transición hacia la democracia en la que coexistan las partes acordadas, una transición en la que se construya una nueva institucionalidad para la paz, la justicia y la libertad. No una truculenta Justicia Transicional que deje en la impunidad las atrocidades de las élites sangrientas responsables del genocidio de la Unión Patriotica, del desplazamiento de 6 millones de colombianos, del despojo de millones de campesinos, de las desapariciones forzadas, de los falsos positivos, de las torturas y el exterminio biopolitico de los liderazgos populares.
Estamos en la paz con transición democrática, no en la supuesta rendición de la heroica resistencia campesina