Por Djemâa Chraiti *
Nosotros asistimos a un momento histórico: el
comienzo del dialogo entre el actual gobierno colombiano y los representantes
del más antiguo movimiento guerrillero de América Latina, las FARC-EP. Su
resistencia ha enfrentado y visto desfilar 12 gobiernos y 11 presidentes de
derecha y de extrema derecha, a lo largo de más de 52 años de alternancias al
interior del régimen.
La resistencia de
este movimiento guerrillero, nacido en 1964, es su asidero histórico, no sólo
en el tiempo y en la continuidad de su discurso, sino también en la legitimidad
del eje principal de su lucha, convertido en principio no negociable: la necesidad
de obtener una verdadera justicia social para todos.
Debiera
alegrarnos el principio de estos diálogos… Sin embargo, se hace necesaria la
prudencia. No se puede omitir que las negociaciones de mediados de los 80´s acabaron
en un baño de sangre en el que las víctimas fueron los miembros del movimiento
de izquierda Unión Patriótica, y tantos otros colombianos opositores al régimen,
asesinados por miles a lo largo de las dos últimas décadas.
Todos los
colombianos siguen entonces con atención estas premisas de una posible paz. La
tierra misma de Colombia necesita paz, esa
tierra ahogada en sangre y sufrimientos, al punto de no poder absorber ni
una gota más: masacres sistemáticas; miles de muertos en las fosas comunes descubiertos
de unos años para acá; restos de desaparecidos hallados en grandes hornos a gas
instalados en las haciendas donde hasta hace poco había campamentos
paramilitares; cientos de miles de asesinados desde los años 50’s; más de 62
mil casos de víctimas de la desaparición forzada que cursan actualmente en la
Procuraduría General de la Nación; miles y miles de mujeres y jovencitas
violadas; jóvenes y niños torturados, ahorcados, quemados, estropeados para
siempre; familias enteras obligadas a jugar macabros partidos de futbol con las
cabezas de sus abuelos y padres decapitadas por los paramilitares; miles de despedazados
con moto-sierras por el “delito” de negarse a abandonar sus modestas parcelas
de tierra; millones de refugiados internos que son hoy, según estimaciones
fiables, mas de 5,4 millones de personas que lo han perdido todo…
i Triste record
mundial! El pueblo raso colombiano no
soporta más tanto vejamen, tanta desgracia.
La lista de esos
horrores cubiertos por el silencio podría tomarnos libros enteros, durante
años. Una barbarie sin nombre perpetrada por las fuerzas armadas colombianas y
sus instrumentos criminales, los paramilitares, todos ellos al servicio de una
oligarquía apoyada por los Estados Unidos, que han infiltrado, “narcotizado” y
corrompido a las instituciones colombianas bajo la mirada cómplice de los
“demócratas” de tantas y tantas instituciones democráticas de América y del
mundo… y todo ello en nombre de su sacrosanta democracia.
Este nuevo
proceso por la búsqueda de la paz, que ha relanzado en los sondeos de opinión al
Sr. Juan Manuel Santos (quién combatió a las FARC-EP en calidad de ministro de
la guerra, o de la defensa como dicen ahora, durante el doble gobierno de
Uribe, del 2002 al 2010), ha hecho subir a las tarimas al ex presidente Alvaro
Uribe, vía su Twitter (https:twitter.com/AlvaroUribeVel), quién no cesa de
gritar que ese proceso es un escándalo.
Sí, hablamos del
mismo Uribe quien durante su gobierno transformó, por obra y arte de la
semántica, a sus bandas paramilitares y a las de sus narco-aliados en hechos
inexistentes, a través de una figura etérea y pseudo-jurídica conocida hoy en
el lenguaje penal colombiano como las “bacrim” (bandas criminales), lo que
desvincula a estos criminales de sus verdaderos orígenes, es decir la defensa
del establishment.
Consecuencia de
ello, es que ni los asesinos, ni sus jefes, Uribe incluido, deben responder
ante la ley, obviamente, porque los paramilitares bajo sus órdenes ya
desaparecieron, al menos en el papel. El colmo de los colmos, es que aquel ejército
de criminales, fue considerado en la práctica como “insurgentes defensores del
estado”. iNi más ni menos!... “los niños buenos del paseo”, defensores del
terrorismo de estado en nombre de los intereses de la oligarquía colombiana y
de los intereses de los USA y de las multinacionales.
Ese ex presidente
colombiano, Uribe, al contrario de tantos de sus compatriotas, no se alegra hoy
por la nueva posibilidad de paz puesto que ésta pondría en peligro los
intereses de la plutocracia, la oligarquía y la nueva narco-oligarquía a la
cual él pertenece.
La PAZ significa
que ese espeso velo de horrores y corrupción tiene que caer para poder
reinventar otra Colombia. Tocará asumir los genocidios y, a no dudarlo, crear
tribunales populares, tal vez sobre el modelo de Ruanda, los “Gaçaça”, a los
que debieron acudir tantas y tantas personas implicadas en las masacres,
incluido el ex presidente de ese país.
No hay familia en
Colombia que no haya sido golpeada de una
manera o de otra por esta larga y terrible guerra… pero Uribe y sus
aliados tal vez no sienten como los demás colombianos. Se diría que esta
posibilidad de paz, no les concierne en lo absoluto, no es la de ellos. Él,
Uribe, es hoy conferencista internacional a sueldo de la “News Corp”, la de
Rupert Murdoch, para ganar aún más dinero, exactamente como ya lo hacía antes,
como presidente de Colombia. La paz en ese país, él y sus amigotes, no la
quieren… "!!! just a lot of Money, please, as usual!!! ”
* Djemâa Chraiti
(Blog: Regards croisés / La Tribune de Genève-Suisse)
mon site http://www.djemaachraiti.ch/