Por Horacio Duque
Sigue su empuje mediático el ex
presidente Álvaro Uribe Vélez, arrastrando consigo la pesada carga de su
regresivo repertorio narcofeudal.
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a puesto en circulación el libraco “No hay causa perdida”, para ponderar
y exaltar su vida y gestión gubernamental de muchos años, en los que se
decantan episodios de sangre, fraude y mentiras para justificar las tropelías
contra los derechos democráticos de la sociedad. La narración disfraza y desvía
su autoría en los “falsos positivos”, en la parapolítica, en las chuzadas, en
Agroingreso Seguro, en la muerte de sindicalistas, en el exterminio de la
oposición, en la manipulación mediática, en la quiebra de la salud y en su
agresión a la soberanía de otros estados, para solo mencionar lo más
escandaloso de su forma/Estado fascista.
Dio un extenso discurso en la Asamblea del partido de la Unidad
Nacional, donde convive con Juan Manuel Santos, el actual Presidente de
Colombia, para formalizar la ruta política posterior de sabotaje, al frente de
los grupos más retrógrados de la sociedad, contra el proceso de
conversaciones de La Habana, entre el Estado y las Farc, para solucionar el
conflicto social y armado colombiano y establecer la paz duradera que resuelva 50
años de guerra civil nacional.
Se siente fuerte este fanático de la política conservadora que inventó
una fantasía para impedir el cambio democrático del Estado en los últimos 10
años.
Su retórica estridente pone de manifiesto la esquizofrenia de una
personalidad escindida con trastornos mentales crónicos, caracterizada por
radicales alteraciones en la percepción o la expresión de la realidad.
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s la personalidad de un Yo esquizofrénico, dividido en un “otro”, que
no es nada distinto que el paramilitarismo violento y feroz de quienes se
consideran amos absolutos de la sociedad. Ruptura psicoanalítica que
le permite simular de estadista, al tiempo que participa de la conformación de
una franja de la sociedad articulada de hecho a la violencia del Estado, sin las
formalidades del monopolio legitimo de la violencia, que lleva a caracterizarlo
en la narrativa formal como un “no Estado”, aunque sea de pública aceptación su
nexo histórico y estructural con las instituciones gubernamentales.
Es la bestia negra que regresa a la ronda oscura para bloquear los
potenciales democráticos de la solución política de la guerra.