viernes, 19 de octubre de 2012

DEBATE: En respuesta a Humberto de la Calle: cómo hacer política sin las armas, pero de verdad

Indigenas que desalojan una unidad del ejército de del cerro Berlin en el
mes de julio 2012. Luego regresó y Santos dijo que no iba a desmilitarizar
un milimetro del territorio nacional.


Por Chris Gilbert

Tras el genial discurso del comandante Iván Márquez de las FARC-EP, Humberto de la Calle, jefe del equipo negociador que representa al gobierno colombiano, replicó que no admitirá un debate sobre modelos económicos, ni un foro público; rechazó abiertamente “mantener discursos de plaza pública” y planteó que las FARC tendrían que dar el debate sobre temas como el modelo económico sin las armas, o sea, desde algún futuro curul en el Congreso.

Cualquier observador que sea mínimamente conocedor de la historia occidental de la democracia, del “gobierno del demos”, opinaría que De la Calle no es precisamente amigo de la práctica y la tradición democrática, al haber ninguneado tan brutalmente su lugar central y preferido: el ágora (plaza donde se debate públicamente).

Su planteamiento central –y el del gobierno que representa– se basa en una idea, o más bien en un vulgar lugar común: La política sin violencia existirá en Colombia si la insurgencia deja las armas y entra en la política. (Con “entrar en la política” quieren decir entrar en las elecciones, quizás en el Congreso.)

Obviamente esto es falso. La extrema militarización del Estado colombiano existe, sobre todo, para reprimir al pueblo. Sólo hay que ver la forma en la que el gobierno despliega a los militares para controlar a los trabajadores –a las trabajadoras en los invernaderos de la Sabana de Bogotá o a los obreros petroleros.

Si el gobierno realmente quiere que haya política sin violencia, tendrá que plantearse la desmilitarización del país junto con cambios jurídicos profundos (recortar los “derechos del capital” que actualmente permiten el uso del ejército para proteger intereses capitalistas nacionales y extranjeros), por no hablar de cambios en lo económico para acabar con la violencia de la explotación y apropiación. Otro “pequeño” problema: la política sin violencia ¿puede existir con bases militares yanquis en el país?

Para que toda tendencia política entre en el tan querido libre juego de la democracia parlamentaria, se tienen que dar cambios económicos sustantivos. ¿Es difícil entender esta idea? Hoy día la democracia colombiana es muy restringida –incorpora únicamente las ideas y perspectivas que favorecen la acumulación neoliberal y (normalmente) extranjera. Casi nunca se escuchan los anhelos de los trabajadores y de los pequeños productores en esta forma de política que los tiene ninguneados de antemano.

Libre juego democrático sí. Pero esto solo existirá cuando se le arrebate el derecho permanente a veto que tiene el capital. La democracia colombiana es una pequeña parcela del tamaño de una huerta –una huertecita en medio de una selva gigantesca en la que mandan los tigres del capital. A ellos hay que domarlos, recortar sus derechos, para lograr una política democrática y sin violencia.

* Chris Gilbert es profesor de Estudios Políticos en la Universidad Bolivariana de Venezuela.