Indigenas que desalojan una unidad del ejército de del cerro Berlin en el mes de julio 2012. Luego regresó y Santos dijo que no iba a desmilitarizar un milimetro del territorio nacional. |
Por Chris
Gilbert
Tras el genial discurso del comandante Iván Márquez
de las FARC-EP, Humberto de la Calle, jefe del equipo negociador que representa
al gobierno colombiano, replicó que no admitirá un debate sobre modelos
económicos, ni un foro público; rechazó abiertamente “mantener discursos de
plaza pública” y planteó que las FARC tendrían que dar el debate sobre temas
como el modelo económico sin las armas, o sea, desde algún futuro curul en el Congreso.
Cualquier observador que sea mínimamente conocedor
de la historia occidental de la democracia, del “gobierno del demos”,
opinaría que De la Calle no es precisamente amigo de la práctica y la tradición
democrática, al haber ninguneado tan brutalmente su lugar central y preferido:
el ágora (plaza donde se debate públicamente).
Su planteamiento central –y el del gobierno que
representa– se basa en una idea, o más bien en un vulgar lugar común: La
política sin violencia existirá en Colombia si la insurgencia deja las armas y
entra en la política. (Con “entrar en la política” quieren decir entrar en las
elecciones, quizás en el Congreso.)
Obviamente esto es falso. La extrema militarización
del Estado colombiano existe, sobre todo, para reprimir al pueblo. Sólo hay que
ver la forma en la que el gobierno despliega a los militares para controlar a
los trabajadores –a las trabajadoras en los invernaderos de la Sabana de Bogotá
o a los obreros petroleros.
Si el gobierno realmente quiere que haya política
sin violencia, tendrá que plantearse la desmilitarización del país junto con
cambios jurídicos profundos (recortar los “derechos del capital” que
actualmente permiten el uso del ejército para proteger intereses capitalistas
nacionales y extranjeros), por no hablar de cambios en lo económico para acabar
con la violencia de la explotación y apropiación. Otro “pequeño” problema: la
política sin violencia ¿puede existir con bases militares yanquis en el país?
Para que toda tendencia política entre en el tan
querido libre juego de la democracia parlamentaria, se tienen que dar cambios
económicos sustantivos. ¿Es difícil entender esta idea? Hoy día la democracia
colombiana es muy restringida –incorpora únicamente las ideas y perspectivas
que favorecen la acumulación neoliberal y (normalmente) extranjera. Casi nunca
se escuchan los anhelos de los trabajadores y de los pequeños productores en
esta forma de política que los tiene ninguneados de antemano.
Libre juego democrático sí. Pero esto solo existirá
cuando se le arrebate el derecho permanente a veto que tiene el capital. La
democracia colombiana es una pequeña parcela del tamaño de una huerta –una
huertecita en medio de una selva gigantesca en la que mandan los tigres del
capital. A ellos hay que domarlos, recortar sus derechos, para
lograr una política democrática y sin violencia.
* Chris Gilbert es profesor de Estudios Políticos
en la Universidad Bolivariana de Venezuela.