“Como un aporte a la discusión propuesta Por ANNCOL, sobre
los diálogos entre el Estado colombiano y las FARC-EP para finalizar el
conflicto histórico social y armado de Colombia, firmados en la Habana y
protocolizados en Oslo (18.10.2012); publicamos esta interesante opinión del Sr
Rafael A. Ballén Molina, publicada en la revista Semana (http://www.semana.com/opinion/no-farc-quienes-convencer/186521-3.aspx)
días antes de la reunión de Oslo y que según se vio, el jefe de la delegación
oficial colombiana Humberto de la Calle, a pesar de ser suscriptor perpetuo de
dicha revista, no leyó.
“No es a las FARC a quienes hay que convencer
Por Rafael A.
Ballén Molina
Opinión ¿Cuál es la esencia del encuentro en Oslo? La
derrota de las armas por la dialéctica. Porque la guerra es la imposición de la
fuerza bruta al talento intelectual.
Después de medio siglo de guerra fratricida, todo ha sido
inútil: la pérdida de los mejores hombres, el derramamiento de la sangre
inocente y el gasto de las más ingentes sumas del dinero de los colombianos.
Solo después de esa monstruosa inutilidad las partes se convencieron de que
ninguna logró sus propósitos.
En este choque violento, la cresta de las Farc estuvo en los
años noventa, con la guerra de posiciones, la toma de bases militares y la
retención de tropas. La cumbre cimera la coronó el establecimiento entre
2002-2008, con el bombardeo extraterritorial, la liberación de los retenidos y
los falsos positivos. Pero en esa parábola de la guerra, Ni el ejército
oficial, —el más poderoso y equipado de Latinoamérica—, fue capaz de diezmar al
ejército rebelde, Ni las Farc de alcanzar la Plaza de Bolívar: es el empate
asimétrico de la guerra. Ese grado de conciencia, esa certeza incuestionable,
es la razón para que las partes en conflicto vuelvan a la mesa de diálogo.
¿Cuál es la esencia del encuentro en Oslo?
Es la victoria de la inteligencia sobre la fuerza o la
derrota de las armas por la dialéctica. Porque la guerra es la imposición de la
fuerza bruta al talento intelectual. Ante la pequeñez de su inteligencia,
quienes defienden unos intereses mal habidos recurren al odio, y empuñan las
armas para vencer a quienes tienen la razón, y usan la palabra para hacerla
valer. Ese es el drama de la guerra, hecho realidad en el Gorgias de Platón.
Allí se enfrenta la palabra de Sócrates contra la espada de Calicles. Ante su
incapacidad dialéctica, Calicles abandona el diálogo, agarra su espada y reta a
Sócrates a que haga lo que quiera. Ese es el secreto bien guardado de la guerra:
la incapacidad dialéctica.
EN EL TRANCE
QUE COMIENZA EN OSLO y continúa en La
Habana, hay optimistas y pesimistas. Son optimistas los dialécticos, los
discípulos de Sócrates. Son pesimistas, los devotos ciegos de la fuerza:
acobardados por el uso de la razón, prefieren las armas para vencer y aniquilar
antes que utilizar la palabra para persuadir y convencer.
No le temen a
los cilindros de las Farc —porque para ello tienen los aviones supersónicos y
miles de toneladas de bombas inteligentes—, sino al discurso de Timochenko en
el Congreso.
Los voceros de las Farc, racionales, pragmáticos y
conscientes de sus limitaciones en armas modernas, lo dicen sin ambages: “De lo
que se trata es de ser serios, de proponer cosas sensatas, de ser pragmáticos y
aspirar tan solo a lo que la oligarquía está dispuesta a conceder […]. Estamos
dispuestos a hacer lo que sea para buscar salidas dialogadas”.
Porque las Farc ya están convencidas —siempre lo han
estado—, no es a ellas a quienes tiene que convencer el presidente Santos. Es
al sector más violento, agresivo, mezquino y excluyente de la sociedad: el más
conservador y atrasado de América. Durante los últimos treinta años ningún jefe
de Estado fue capaz de convencer a ese sector, que no tiene visión más allá de
las alambradas de sus haciendas, de los muros de sus empresas y de los fusiles
de sus ejércitos privados.
SEGÚN OTTO
MORALES BENÍTEZ, esos enemigos de
la paz, hace treinta años estaban “agazapados”, dentro o fuera del Estado. Hoy
no están agazapados sino encabritados, y desde todos los flancos disparan rayos
y centellas contra el proceso de paz que desde el comienzo de su mandato inició
el presidente Santos.
Si Santos es capaz de convencer a esas fuerzas oscurantistas
a que devuelvan las tierras que les robaron a los campesinos, y a que permitan
que los disidentes tengan un espacio bajo el sol y una voz en la política, se
merece el Nobel de la Paz. Será hasta entonces, el único Parnaso de la historia
política de Colombia”.
La interención del comandante Iván Márquez en Oslo:
http://youtu.be/mk654P-88II