sábado, 22 de diciembre de 2012

Análisis de coyuntura económica




Análisis de coyuntura económica


Por Marcelo D. Cornejo Vilches


Publicado en Antagonismo Social

I.- EL MÉTODO: En una intervención anterior he subrayado la necesidad de ubicar histórica y políticamente al Ciudadanismo como componente vectorial insoslayable de la pequeño burguesía bajo las condiciones actuales de lucha de clases. También he insistido en denunciar la Bancarrota Teórica e Ideológica de las Izquierdas. Al mismo tiempo he estado empeñado durante cerca de 20 años en la compresión de las dinámicas internas y externas del desarrollo de la acumulación capitalista y su curso histórico empleando el método materialista dialectico usado por Carlos Marx en sus estudios sobre El Capital. Al respecto, y con ocasión de publicar LA ACUMULACION DE CAPITAL EN CHILE. CRISIS Y DESARROLLO ÚLTIMOS 40 AÑOS, Vol. I y II, es más que pertinente la observación que hace el mismo Marx cuando se refiere a los economistas, aquellos “espadachines a sueldo” de “conciencia turbia” y “perversas intenciones apologéticas” que, adscritos a una larga y oscura lista de “charlatanes grandilocuentes”, actúan como los “científicos de la burguesía” particularmente cuando la economía política es burguesa, que ve en el orden capitalista no una fase históricamente transitoria de desarrollo, sino la forma absoluta y definitiva de la producción social, manteniendo su rango de ciencia mientras la lucha de clases permanece latente o se trasluce simplemente en manifestaciones aisladas”
En este punto considero preciso y relevante subrayar que en lo tocante al materialismo dialéctico este es la única constelación epistemológica capaz de dar cuenta de los movimientos históricos y sociales. En este sentido, cualquier tentativa por “superarlo” o “mejorarlo” no puede sino derivar en puro eclecticismo y superchería banal propia del oportunismo, el academicismo, el populismo, el romanticismo y el liberalismo unilateral. Y esto es así porque la dialéctica materialista es revolucionaria en tanto cuanto la teoría se expresa como fuerza material de la sociedad en el proceso de transformación. Esto último se consigue en la medida que la clase social protagonista del cambio histórico se asume y toma conciencia usando como método de su propia comprensión y ascensión al materialismo dialéctico. La dialéctica materialista es lo que permite la síntesis entre conciencia y realidad, teoría y praxis. Por consiguiente, no es posible dar un paso hacia adelante en la práctica de transformación y superación del capitalismo si no se dispone de método ni teoría en los términos ya definidos. En lo inmediato se impone como tarea impostergable superar las concepciones que ven como un abismo separador a la teoría respecto de la práctica, al método respecto de la realidad, al sujeto del objeto, al pensamiento y al ser pensante.
Por esta razón la bancarrota ideológica, teórica y política de nuestros izquierdistas y revolucionarios se manifiesta desde el primer episodio en forma de abjuración teórica cuando sus análisis son enmarcados en las categorías, lógicas e inteligencias propias del “pensamiento económico burgués”. Se renuncia así al análisis crítico profundo de la sociedad para remitirse a la repetición incesante de infinidad de diagnósticos que recogen “manifestaciones de hechos” en lugar de la fuerza histórica motriz generadora de esos hechos. Dicho sea de paso, esta última opción necesariamente exige la renuncia a la concepción materialista de la historia según la cuál es el proletariado la clase social llamada a derrocar y abolir al capitalismo mediante la lucha de clases. Este es justamente el aspecto que olvidamos y que no estudiamos. Luego los hechos nos toman por sorpresa, recurriendo al arsenal ideológico neo-reformista creado por la pequeño burguesía, como única batería de respuesta frente al decurso histórico. Es importante esta distinción porque desde una perspectiva marxista lo importante del análisis no consiste en “describir” las diferencias de ingreso, ni la mala distribución de éste, sino más bien, la forma en que se expresan las leyes del desarrollo capitalista, la tendencia, sus particularidades y generalidades desde una perspectiva dialéctica. No podemos quedarnos con describir los fenómenos que encubren a la sustancia, sino más bien, estudiar la sustancia y a partir de sus leyes proyectar las líneas de desarrollo capitalista. Fue en este marco que hace ya 127 años que Engels denunciaba la lenitud y entreguismo de quienes se identifican con posturas anticapitalistas para entregarse cuan bellas durmientes en brazos de la producción teórica, intelectual y analítica de la burguesía. A juicio de Engels “Nuestros socialistas de cátedra no han sido nunca, teóricamente, más que lamentables economista vulgares de tipo filantrópicos, y hoy han descendido al nivel de simples defensores del socialismo de estado bismarkiano…Es la ironía de la Historia Universal.”
Sostengo que mientras más se agudizan las contradicciones propias del desarrollo del capitalismo, mientras se potencien las fuerzas objetivas de la acumulación de capital, la lucha de clases, en tanto base de todo movimiento histórico de largo aliento, no sólo explicara, sino que fomentara permanentemente, siempre en todo momento y lugar, la acumulación de fuerza social y política en pos de cambios profundos no sólo en la fisonomía social sino en su esencia y fundamento. Reiteramos que la responsabilidad de llevar a cabo dicho proyecto no depende de la historia (que ya hizo su parte al poner las condiciones), sino del sujeto mismo que aspira a protagonizar el cambio histórico. Es por eso que existen diversos proyectos históricos, es por eso que las clases luchan y es por eso que la lucha política del proletariado no puede ser juzgada a partir de las necesidades históricas de la coyuntura presente. Por eso decimos que una cosa es que a este modo de producción capitalista aún le quede espacio para desenvolverse y, otra muy distinta, es renunciar a la acumulación de fuerza para un proyecto de cambio histórico radical. Si alguien que use el materialismo histórico como método de análisis llegase a incurrir falazmente en la conclusión de que mientras al capitalismo le queden fuerzas para crecer no tiene sentido luchar contra él, es porque, en definitiva, pretende acomodarse al alero del proyecto político hegemónico de la facción de turno de la clase burguesa. Contrario a esta apostasía, lo que sostenemos es recuperar en toda su dimensión el método materialista dialéctico para estudiar objetivamente el desarrollo del sistema capitalista rescatando la lucha de clases como matriz de análisis histórico, motor del desarrollo de las fuerzas productivas, único universo en que se expresan las contradicciones más feroces del régimen del capital y donde los trabajadores explotados y asalariados deben construir una respuesta política orgánica que le permita rebasar y vencer los límites económicos, políticos y sociales que se oponen a su liberación y perpetúan su dominación.
Si el capital prospera y se engrandece derribando y ampliando fronteras, la lucha de clases avanza y avanza ocupando, colonizando y creando nuevos y distintos campos de batalla, donde por cierto, la dimensión subjetiva es una de las órbitas en que opera. En este sentido, conviene precisar que un mayor incremento en la lucha de clases no es directamente proporcional a una mayor claridad o empuje político de los explotados. En tanto lucha, el capital ha logrado en las últimas décadas ganar batallas importantes sometiendo y dominando a los explotados. Pero esto no quiere decir que el movimiento histórico ya no provenga del campo de la lucha de clases, o que el cambio histórico no vaya a ser protagonizado por los explotados, o que estos en su rol hayan sido reemplazado por la “ciudadanía”, “los rebeldes de siempre”, “los demócratas de verdad” o las “organizaciones sociales” sin dirección política o autónomas respecto de lo político. Por el contrario, el triunfo parcial y momentáneo de la burguesía y el actual papel de la pequeño burguesía vienen a ratificar el rol de la Lucha de Clases como motor de la Historia. Sostener lo contrario es cultivar ociosamente las especulaciones provenientes del aula académica sin ningún tipo de respaldo político práctico que, entre otras cualidades, exageran interesadamente al elevar y proyectar ciertas tendencias propias del momento histórico al nivel de caracterización y ley del movimiento histórico general del capitalismo.
Máxime que finalmente el proyecto político de clases que se impone, no lo hace por una cuestión de “innovación histórica”, ni por un ingenioso y entretenido “contra-ardid” que rompe con los clásicos medios y métodos de la lucha política. El proyecto político triunfante lo hace porque sigue las leyes de la lucha de clases. Logran acumular fuerza y poder. Implementan su proyecto con una brutal y “antidemocrática” dictadura de clases. Consiguen hegemonizar ideológicamente a la sociedad. Conquistan una gran mayoría social en torno a ideas muy simples y directas que se enquistan en el sentido común de la sociedad en general y de nuestra clase en particular. Aquilatan una buena línea de retaguardia que les auxilia en momentos de desgaste. En definitiva, logran lo que en el Manifiesto Comunista ya se expone como criterio de una situación revolucionaria fértil: la institucionalización de la violencia como definición última del proceso de cambio histórico. Nosotros como explotados no podemos ni debemos (porque resulta simplemente criminal hacerlo) presentarnos desorganizados, divididos y desideologizados en la lucha de clases, sin una dirección política hegemónica, haciendo gala de grandes dotes de indecisión para enfrentar la reacción violenta y brutal de las clases dominantes. No debemos distraemos con eufemismos que son presentados como las grandes innovaciones que supuestamente reemplazan a la lucha de clases, al materialismo dialectico, al papel de los trabajadores y explotados como sujetos determinantes del cambio social e histórico, a la dictadura del proletariado como proyecto político revolucionario de dominación y triunfo sobre la burguesía. Debemos sacudirnos la rémora ciudadanista, post moderna, constitucionalista, legalista y pacifista pequeño burguesa, con sus prólogos de antileninismo, marginalismos vanguardistas, academicistas y culturalistas.
Todos los gritos de indignación en EE.UU, España, Europa, las revueltas populares en Inglaterra, Italia, Grecia, Islandia y Francia, la revolución estudiantil en Chile, la proliferación de movimientos ciudadanistas, son todos procesos que expresan un nivel superior de desenvolvimiento de la ley del valor. A escala planetaria tenemos un capitalismo que ha homogeneizado a la burguesía, que ha deslocalizado sus procesos productivos, que ha integrado los flujos de mercancías globales, que ha desarrollado a niveles impensado la tecnología en todas sus aplicaciones. Tenemos un capitalismo mundial heterogéneamente desarrollado pero plenamente ensamblado, que requiere igualar las tasas y condiciones de explotación de los trabajadores del mundo. En este proceso, las burguesías de cada rincón del planeta comienzan a barrer con todas aquellas pesadas cadenas de obligaciones sociales a las que se habían amarrado cuando los trabajadores del mundo amenazaban con una revolución social. Se desenvuelve ante nuestros ojos la estandarización mundial de la explotación al trabajo en base a una ley del valor que ya no encuentra rincones que le sean prohibidos y ajenos. Ante este estado de cosas, las aristocracias obreras de Europa, las pequeño burguesía del mundo, chillan y gritan, se indignan y masivamente se vuelcan al espacio público mundial con gritos de dolor, espanto y terror ante un destino inexorable: su conversión en una masa cada vez mayor de proletarios súper explotados, con condiciones de vida muy inferiores a las que tenían previamente, con niveles de endeudamiento, educación e integración muy superiores a los que se tenía precedentemente. Claman y suplican no ser despojados de las ilusorias cuotas de participación en el sistema político. Exigen ser considerados. Pero ya es demasiado tarde, llego el momento de pagar muy caro la renuncia a la revolución mundial socialista. La hora de la degradación ha llegado. No se trata de una situación pre-revolucionaria, pues esta exige a una clase explotada a la ofensiva y no a la defensiva como se encuentra en la actualidad. La burguesía no pierde el tiempo, aprovecha la debilidad del enemigo de clases, tras la oscura confusión en que éste ha caído al intercambiar Revolución por Estado de Bienestar. Esta ocupa todas las armas y leyes de la lucha de clases, mientras a nosotros la única salvación que nos va quedando es precisamente recuperar la teoría, practica e historia para hacer la revolución y librarnos de esta maldición.
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