Análisis de coyuntura económica
Por Marcelo D. Cornejo Vilches
Publicado en Antagonismo Social
I.- EL MÉTODO: En
una intervención anterior he subrayado la necesidad de ubicar histórica y
políticamente al Ciudadanismo como componente vectorial insoslayable de la
pequeño burguesía bajo las condiciones actuales de lucha de clases. También he
insistido en denunciar la Bancarrota Teórica e Ideológica de las Izquierdas. Al
mismo tiempo he estado empeñado durante cerca de 20 años en la compresión de
las dinámicas internas y externas del desarrollo de la acumulación capitalista
y su curso histórico empleando el método materialista dialectico usado por
Carlos Marx en sus estudios sobre El Capital. Al respecto, y con ocasión de
publicar LA ACUMULACION DE CAPITAL EN CHILE. CRISIS Y DESARROLLO ÚLTIMOS 40
AÑOS, Vol. I y II, es más que pertinente la observación que hace el mismo Marx
cuando se refiere a los economistas, aquellos “espadachines a sueldo” de
“conciencia turbia” y “perversas intenciones apologéticas” que, adscritos a una
larga y oscura lista de “charlatanes grandilocuentes”, actúan como los
“científicos de la burguesía” particularmente cuando la economía política es
burguesa, que ve en el orden capitalista no una fase históricamente transitoria
de desarrollo, sino la forma absoluta y definitiva de la producción social,
manteniendo su rango de ciencia mientras la lucha de clases permanece latente o
se trasluce simplemente en manifestaciones aisladas”
En este punto considero preciso y relevante subrayar que
en lo tocante al materialismo dialéctico este es la única constelación
epistemológica capaz de dar cuenta de los movimientos históricos y sociales. En
este sentido, cualquier tentativa por “superarlo” o “mejorarlo” no puede sino
derivar en puro eclecticismo y superchería banal propia del oportunismo, el
academicismo, el populismo, el romanticismo y el liberalismo unilateral. Y esto
es así porque la dialéctica materialista es revolucionaria en tanto cuanto la
teoría se expresa como fuerza material de la sociedad en el proceso de
transformación. Esto último se consigue en la medida que la clase social
protagonista del cambio histórico se asume y toma conciencia usando como método
de su propia comprensión y ascensión al materialismo dialéctico. La dialéctica
materialista es lo que permite la síntesis entre conciencia y realidad, teoría
y praxis. Por consiguiente, no es posible dar un paso hacia adelante en la
práctica de transformación y superación del capitalismo si no se dispone de
método ni teoría en los términos ya definidos. En lo inmediato se impone como
tarea impostergable superar las concepciones que ven como un abismo separador a
la teoría respecto de la práctica, al método respecto de la realidad, al sujeto
del objeto, al pensamiento y al ser pensante.
Por esta razón la bancarrota ideológica, teórica y
política de nuestros izquierdistas y revolucionarios se manifiesta desde el
primer episodio en forma de abjuración teórica cuando sus análisis son
enmarcados en las categorías, lógicas e inteligencias propias del “pensamiento
económico burgués”. Se renuncia así al análisis crítico profundo de la sociedad
para remitirse a la repetición incesante de infinidad de diagnósticos que
recogen “manifestaciones de hechos” en lugar de la fuerza histórica motriz
generadora de esos hechos. Dicho sea de paso, esta última opción necesariamente
exige la renuncia a la concepción materialista de la historia según la cuál es
el proletariado la clase social llamada a derrocar y abolir al capitalismo
mediante la lucha de clases. Este es justamente el aspecto que olvidamos y que
no estudiamos. Luego los hechos nos toman por sorpresa, recurriendo al arsenal
ideológico neo-reformista creado por la pequeño burguesía, como única batería
de respuesta frente al decurso histórico. Es importante esta distinción porque
desde una perspectiva marxista lo importante del análisis no consiste en
“describir” las diferencias de ingreso, ni la mala distribución de éste, sino
más bien, la forma en que se expresan las leyes del desarrollo capitalista, la
tendencia, sus particularidades y generalidades desde una perspectiva
dialéctica. No podemos quedarnos con describir los fenómenos que encubren a la
sustancia, sino más bien, estudiar la sustancia y a partir de sus leyes
proyectar las líneas de desarrollo capitalista. Fue en este marco que hace ya
127 años que Engels denunciaba la lenitud y entreguismo de quienes se
identifican con posturas anticapitalistas para entregarse cuan bellas
durmientes en brazos de la producción teórica, intelectual y analítica de la
burguesía. A juicio de Engels “Nuestros socialistas de cátedra no han sido
nunca, teóricamente, más que lamentables economista vulgares de tipo
filantrópicos, y hoy han descendido al nivel de simples defensores del
socialismo de estado bismarkiano…Es la ironía de la Historia Universal.”
Sostengo que mientras más se agudizan las contradicciones
propias del desarrollo del capitalismo, mientras se potencien las fuerzas
objetivas de la acumulación de capital, la lucha de clases, en tanto base de
todo movimiento histórico de largo aliento, no sólo explicara, sino que
fomentara permanentemente, siempre en todo momento y lugar, la acumulación de
fuerza social y política en pos de cambios profundos no sólo en la fisonomía
social sino en su esencia y fundamento. Reiteramos que la responsabilidad de
llevar a cabo dicho proyecto no depende de la historia (que ya hizo su parte al
poner las condiciones), sino del sujeto mismo que aspira a protagonizar el
cambio histórico. Es por eso que existen diversos proyectos históricos, es por
eso que las clases luchan y es por eso que la lucha política del proletariado
no puede ser juzgada a partir de las necesidades históricas de la coyuntura
presente. Por eso decimos que una cosa es que a este modo de producción
capitalista aún le quede espacio para desenvolverse y, otra muy distinta, es
renunciar a la acumulación de fuerza para un proyecto de cambio histórico
radical. Si alguien que use el materialismo histórico como método de análisis
llegase a incurrir falazmente en la conclusión de que mientras al capitalismo
le queden fuerzas para crecer no tiene sentido luchar contra él, es porque, en
definitiva, pretende acomodarse al alero del proyecto político hegemónico de la
facción de turno de la clase burguesa. Contrario a esta apostasía, lo que
sostenemos es recuperar en toda su dimensión el método materialista dialéctico
para estudiar objetivamente el desarrollo del sistema capitalista rescatando la
lucha de clases como matriz de análisis histórico, motor del desarrollo de las
fuerzas productivas, único universo en que se expresan las contradicciones más
feroces del régimen del capital y donde los trabajadores explotados y
asalariados deben construir una respuesta política orgánica que le permita
rebasar y vencer los límites económicos, políticos y sociales que se oponen a
su liberación y perpetúan su dominación.
Si el capital prospera y se engrandece derribando y
ampliando fronteras, la lucha de clases avanza y avanza ocupando, colonizando y
creando nuevos y distintos campos de batalla, donde por cierto, la dimensión
subjetiva es una de las órbitas en que opera. En este sentido, conviene
precisar que un mayor incremento en la lucha de clases no es directamente
proporcional a una mayor claridad o empuje político de los explotados. En tanto
lucha, el capital ha logrado en las últimas décadas ganar batallas importantes
sometiendo y dominando a los explotados. Pero esto no quiere decir que el
movimiento histórico ya no provenga del campo de la lucha de clases, o que el
cambio histórico no vaya a ser protagonizado por los explotados, o que estos en
su rol hayan sido reemplazado por la “ciudadanía”, “los rebeldes de siempre”,
“los demócratas de verdad” o las “organizaciones sociales” sin dirección
política o autónomas respecto de lo político. Por el contrario, el triunfo
parcial y momentáneo de la burguesía y el actual papel de la pequeño burguesía
vienen a ratificar el rol de la Lucha de Clases como motor de la Historia.
Sostener lo contrario es cultivar ociosamente las especulaciones provenientes
del aula académica sin ningún tipo de respaldo político práctico que, entre
otras cualidades, exageran interesadamente al elevar y proyectar ciertas
tendencias propias del momento histórico al nivel de caracterización y ley del
movimiento histórico general del capitalismo.
Máxime que finalmente el proyecto político de clases que
se impone, no lo hace por una cuestión de “innovación histórica”, ni por un
ingenioso y entretenido “contra-ardid” que rompe con los clásicos medios y
métodos de la lucha política. El proyecto político triunfante lo hace porque sigue
las leyes de la lucha de clases. Logran acumular fuerza y poder. Implementan su
proyecto con una brutal y “antidemocrática” dictadura de clases. Consiguen
hegemonizar ideológicamente a la sociedad. Conquistan una gran mayoría social
en torno a ideas muy simples y directas que se enquistan en el sentido común de
la sociedad en general y de nuestra clase en particular. Aquilatan una buena
línea de retaguardia que les auxilia en momentos de desgaste. En definitiva,
logran lo que en el Manifiesto Comunista ya se expone como criterio de una
situación revolucionaria fértil: la institucionalización de la violencia como
definición última del proceso de cambio histórico. Nosotros como explotados no
podemos ni debemos (porque resulta simplemente criminal hacerlo) presentarnos
desorganizados, divididos y desideologizados en la lucha de clases, sin una
dirección política hegemónica, haciendo gala de grandes dotes de indecisión
para enfrentar la reacción violenta y brutal de las clases dominantes. No
debemos distraemos con eufemismos que son presentados como las grandes
innovaciones que supuestamente reemplazan a la lucha de clases, al materialismo
dialectico, al papel de los trabajadores y explotados como sujetos
determinantes del cambio social e histórico, a la dictadura del proletariado
como proyecto político revolucionario de dominación y triunfo sobre la
burguesía. Debemos sacudirnos la rémora ciudadanista, post moderna,
constitucionalista, legalista y pacifista pequeño burguesa, con sus prólogos de
antileninismo, marginalismos vanguardistas, academicistas y culturalistas.
Todos los gritos de indignación en EE.UU, España, Europa,
las revueltas populares en Inglaterra, Italia, Grecia, Islandia y Francia, la
revolución estudiantil en Chile, la proliferación de movimientos ciudadanistas,
son todos procesos que expresan un nivel superior de desenvolvimiento de la ley
del valor. A escala planetaria tenemos un capitalismo que ha homogeneizado a la
burguesía, que ha deslocalizado sus procesos productivos, que ha integrado los
flujos de mercancías globales, que ha desarrollado a niveles impensado la
tecnología en todas sus aplicaciones. Tenemos un capitalismo mundial
heterogéneamente desarrollado pero plenamente ensamblado, que requiere igualar
las tasas y condiciones de explotación de los trabajadores del mundo. En este
proceso, las burguesías de cada rincón del planeta comienzan a barrer con todas
aquellas pesadas cadenas de obligaciones sociales a las que se habían amarrado
cuando los trabajadores del mundo amenazaban con una revolución social. Se
desenvuelve ante nuestros ojos la estandarización mundial de la explotación al
trabajo en base a una ley del valor que ya no encuentra rincones que le sean
prohibidos y ajenos. Ante este estado de cosas, las aristocracias obreras de Europa,
las pequeño burguesía del mundo, chillan y gritan, se indignan y masivamente se
vuelcan al espacio público mundial con gritos de dolor, espanto y terror ante
un destino inexorable: su conversión en una masa cada vez mayor de proletarios
súper explotados, con condiciones de vida muy inferiores a las que tenían
previamente, con niveles de endeudamiento, educación e integración muy
superiores a los que se tenía precedentemente. Claman y suplican no ser
despojados de las ilusorias cuotas de participación en el sistema político.
Exigen ser considerados. Pero ya es demasiado tarde, llego el momento de pagar
muy caro la renuncia a la revolución mundial socialista. La hora de la
degradación ha llegado. No se trata de una situación pre-revolucionaria, pues esta
exige a una clase explotada a la ofensiva y no a la defensiva como se encuentra
en la actualidad. La burguesía no pierde el tiempo, aprovecha la debilidad del
enemigo de clases, tras la oscura confusión en que éste ha caído al
intercambiar Revolución por Estado de Bienestar. Esta ocupa todas las armas y
leyes de la lucha de clases, mientras a nosotros la única salvación que nos va
quedando es precisamente recuperar la teoría, practica e historia para hacer la
revolución y librarnos de esta maldición.
Continuar leyendo... Descargar archivo en