sábado, 22 de diciembre de 2012

Colombia: ¿Quién rebasará los auto-límites impuestos por el gobierno nacional en las Conversaciones de Paz?

Insólita declaración por parte del Ministro del Interior Fernando Carrillo, que
representa el gobierno que no quiere pactar el cese de fuego con la guerrilla, ni
siquiera una tregua para la Navidad.



Por José María Carbonell, Cambio Total Revista

Acaba de concluir la primera ronda de conversaciones en la Mesa de La Habana entre la guerrilla colombiana de las FARC-EP y los delegados gubernamentales colombianos. Y entre las declaraciones del coordinador del equipo gubernamental sobresale la de “no está en juego ni la Constitución ni el modelo”.

Eso ya lo sabemos los colombianos desde hace muchos años. Nunca un delegado gubernamental va a tener la potestad para discutir el modelo que le da su propia supervivencia. Con contadas excepciones, excepcionales excepciones, nunca se han sentado del lado gubernamental a pactar un cambio constitucional, en ninguna parte del mundo. Cuando ese hecho político trascendental se da es producto de Acuerdos Políticos o de victorias militares.

Un representante del M19 lee la declaración
conjunta de la Coordinadora Guerrillera
Simón Bolívar en abril 1988 en Casa Verde.
El año siguiente, M19 entregó las armas
al Estado en cambio a dos ministerios y
la convocatoria de la Constituyente.
La Constitución del 91 –por ejemplo- fue un acuerdo político entre diferentes fuerzas –guerrilleros entregados y política-militarmente vencidos, y los defensores del modelo capitalista-, que se preveía sería un espacio para firmar la Paz definitivamente en Colombia con las FARC-EP. Se vislumbró un nuevo país y una nueva institucionalidad, mas todo quedó en nada. La Constitución del 91 fue un maquillaje aplicado a la vieja cara estatal burgués y sus representantes continuaron haciendo política de la manera tradicional, corrompida. 

Se perdió ahí una verdadera oportunidad histórica de acabar civilizadamente, políticamente, el conflicto interno en el preciso momento en que el entonces presidente César Gaviria Trujillo ordenó el Bombardeo a Casa Verde –sitio de reunión del Secretariado Nacional de las FARC-, por el egoísmo vanidoso Gavirista de querer pasar a la historia como el creador de la Nueva Constitución, la cual ha demostrado el paso de las años no ser más que una “modernización” de la “Constitución del 86”, modernización echada atrás por los sectores más reaccionarios de la vida nacional, es decir, casi toda la oligarquía en el poder.

El pueblo colombiano está claro, las FARC entre ellos, de que un cambio total en el país sólo será posible por la más amplia movilización popular que rompa los cimientos de la caduca estructura colombiana, el capitalismo que bajo la mentira de la “más vieja democracia” adelanta el más cruel y salvaje Terrorismo de Estado. Por ello no preocupan las altisonantes declaraciones de de la Calle. La oligarquía, su gobierno, y sus representantes están muy satisfechos nadando en la “corrupción imperante” y las políticas que desde allí adelantan. Reformas tributarias para favorecer a los ricos, planes para favorecer a los terratenientes (AIS, etc), y para el pueblo: Nada más que guerra y muerte para los suyos.

El pueblo sabe que él es la única fuerza que rebasará y destruirá los límites impuestos y como dice un investigador colombiano no para colocar “nuevos ladrillos al viejo edicifico, sino construir uno nuevo, desde los cimientos”. Esa fuerza tendrá que manifestarse de todas las maneras posibles constituyéndose en la transformadora de la vida nacional, construyendo una Nueva Institucionalidad, nuevas estructuras y superestructuras, y lógicamente los actores de esa nueva forma de hacer política serán nuevos líders no contaminados por la “vieja forma de hacer política”, la corrupción.

Tranquilo, señor de la Calle, que el pueblo sabe para dónde va...