El 29 de noviembre fue un día
histórico para los palestinos. La Asamblea General de la ONU votó por amplísima
mayoría su incorporación como “Estado observador”. Israel ya anunció sanciones.
Y su socio protector, EEUU, cavila medidas similares.
Por Emilio Marin
Después de grandes sufrimientos y muchas muertes a manos de Israel,
los palestinos pudieron festejar una notable victoria política y diplomática.
El 29 de noviembre la Asamblea General de la ONU votó su admisión como “Estado
observador”. La moción pedida por Mahmud Abbas, de la Autoridad Nacional
Palestina, fue respaldada por 138 países y sólo 9 lo hicieron en contra, con 41
delegaciones que -con oportunismo- se abstuvieron.
Argentina votó a favor, como lo había anticipado la presidenta
Cristina Fernández ante la 67º Asamblea General, en septiembre pasado. Las
naciones latinoamericanas también lo hicieron en forma positiva, excepto
Panamá, del empresario Ricardo Martinelli, quien se alineó con el imperio. Sus
representantes levantaron la mano tal y como lo ordenaron Susan Rice, delegada
de la administración Obama, y el representante del sionismo, Ron Prosor.
El otro país del continente que tuvo una conducta pro estadounidense
fue Canadá. Por algo desde sus inicios el Nafta, Tratado de Libre Comercio de
América del Norte, llevó su firma. Esa política tan injusta con el pueblo más
castigado, bloqueado y agredido de Medio Oriente -el palestino- no concitó
siquiera el apoyo del conjunto de la Unión Europea. Sobre 27 socios
comunitarios, sólo la República Checa tuvo un voto pro-israelí. Otros 14, como
Francia, España, Italia y otros países, se posicionaron a favor del Estado
Palestino; y 12, como Alemania, Reino Unido y Holanda, se abstuvieron.
Ganadores y perdedores.
La sola lectura de los números y nombres de los votantes da una idea
de la significativa victoria palestina y la durísima derrota de Israel y
Estados Unidos. Es que fuera de ambos, más los citados Canadá, República Checa
y Panamá, los otros votos hasta llegar a la escuálida cifra de 9 los aportaron
ignotas islas del Pacífico como Nauru, Micronesia, Palau y Marshall. Las tres
últimas son dominios norteamericanos que viven de su “ayuda” y lo demuestran
cada año al secundar a Washington y Tel Aviv en su voto contra la resolución
abrumadoramente favorable a Cuba demandando el cese del bloqueo estadounidense.
Ahora también votaron en el tema palestino y deberían pedirle un aumento en la
paritaria al Departamento de Estado. La votación favorable a la causa palestina
tiene múltiples razones y factores, de larga data. El empujón final se lo dio
la bárbara agresión y bombardeos del gobierno de Benjamin Netanyahu contra el
1,6 millón de palestinos que vive en Gaza, entre el 14 y el 21 de noviembre
pasado. Los 164 muertos, más de la mitad población civil, y los 1.300 heridos,
más los tremendos daños a la infraestructura de por sí escasa de esa franja,
sepultó cualquier intento de Hillary Clinton por bloquear en la Asamblea
General el voto a favor de las víctimas.
Un paso de avance.
El año pasado el presidente de la ANP, Abbas, había pedido al Consejo
de Seguridad el ingreso como Estado número 193 a la ONU, con derecho a voto y
todas las obligaciones propias de la membresía. Lamentablemente esa solicitud
no fue avalada por Washington y el Reino Unido, su habitual aliado, quienes aún
disponen del derecho a veto en ese Consejo donde son miembros permanentes.
Palestina no pudo acceder como miembro pleno y debió contentarse con
ser “entidad observadora”. El carnet nº 193 fue para Sudán del Sur, país
africano al que no le sacaron bolilla negra. Desde Cisjordania donde tiene su
sede la ANP, gobernada por Al Fatah; desde la Franja de Gaza, cuyas autoridades
pertenecen a Hamas; y desde Jerusalén oriental, más desde los países árabes
donde viven millones de palestinos refugiados debido a la política de guerras y
“limpieza étnica” practicada por Israel, se siguió alentando la campaña por el
reconocimiento internacional.
El 29 de noviembre, con la citada votación, aquello se alcanzó en una
escala inferior, de “Estado observador”. Aunque no sea lo mismo, esto puede ser
visto como un paso en la dirección del reconocimiento total. Esta
interpretación es la adecuada, teniendo en cuenta el odio y las represalias del
premier Netanyahu, desairado por la votación en el
Palacio de Cristal de Nueva York. Además, en la nueva condición de
revista decidido en aquella votación, Palestina -si bien no podrá votar ni
ocupar cargos en la ONU, ni verá ondear en la entidad su bandera nacional
negra, blanca, verde y roja-, sí tendrá algunas facultades de las que hoy
carecía.
Por ejemplo, puede hacer valer su soberanía sobre su espacio aéreo y
su litoral marítimo, algo que el sionismo le niega en forma bárbara de bloqueo,
bombardeos, etc. Esas intrusiones y agresiones van a motivar denuncias con
mayor apalancamiento legal. Y no sólo ante la Asamblea General de la ONU, sino
también ante la Corte Internacional de La Haya y el Tribunal Penal
Internacional.
De aquí en más los crímenes de guerra, los delitos de lesa humanidad y
otras aberraciones cometidas contra el pueblo palestino van a tener una mayor
capacidad de denuncia legal. Se dirá que eso no alcanza y es verdad. Sería
ingenuo pensar que de aquí en más van a cesar aquellos atropellos y bombardeos,
pero la víctima tendrá mayores herramientas para defenderse y cuestionar a los
victimarios. ¿Qué dirá Israel ante esas fundadas denuncias? ¿Que eso es
antisemitismo?
Más sanciones.
Lejos de reflexionar sobre el sentido de la votación perdida en la
ONU, la cúpula israelí ha adoptado más represalias contra los palestinos. De
este modo, profundizará su aislamiento y desprestigio internacional. A modo de
advertencia, esa política más agresiva puede pavimentar el camino para que el año
próximo, en la 68º Asamblea General, o en la siguiente, al final Palestina
alcance su objetivo máximo de ser el miembro número 194 de la ONU.
Es que a menos de 24 horas de conocerse su traspié diplomático, el
gobierno sionista reaccionó dando autorización para la construcción de 3.000
viviendas más en Jerusalén oriental. Se trata de una zona muy conflictiva,
porque pertenece a una mayoritaria población palestina. De seguir adelante con
esas edificaciones en la nueva colonia israelita, enlazada con el asentamiento
intruso de Maale Adumin, cortaría en dos a Cisjordania, norte y sur,
incomunicándolas. Además de un despojo territorial, sería un atentado al futuro
un estado palestino independiente, siempre previsto según la ONU y los
acuerdos de Oslo de 1993, para regir en la sumatoria de Cisjordania,
Gaza y Jerusalén oriental, con capital en esta parte de la ciudad santa. Ya
estos tres trozos de tierra palestina están separados entre sí e incomunicados,
llevando Gaza la peor parte desde 2007, cuando Hamas ganó limpiamente las
elecciones.
Ahora se fraccionaría Cisjordania, con esa avanzada de construcciones
ilegales, cuyo impacto funesto en cualquier negociación de paz había motivado
la anterior suspensión de los trabajos. Ni siquiera EEUU y la Unión Europea habían
avalado esos asentamientos provocadores, conscientes de que dinamitaban la
negociación con la ANP. Ese criterio adverso fue mantenido por el canciller
británico, William Hague, quien al conocer la “luz verde” de Netanyahu le pidió
públicamente la revisión de la medida. Francia y España, que también votaron
por Palestina como observador, también hicieron fuertes reparos a la decisión
israelita.
Represalias.
Es que más colonias ilegales en Cisjordania y más barrios en la parte
este de Jerusalén son el seguro anticipo de que habrá nuevos y graves
enfrentamientos entre palestinos e israelíes, con la razón de parte de los
primeros. Europa lo sabe y no quiere quedar “pegada” absolutamente a Tel Aviv,
sobre todo cuando en países árabes como Egipto, Qatar, Túnez y otros, victorias
de por medio de los “Hermanos Musulmanes”, se instalaron gobiernos moderados
con los cuales conviene tener una política de acercamiento. El fenómeno se
repite en el caso de Turquía, un socio de la OTAN cada vez más díscolo con las
órdenes estadounidenses y su alianza con Israel.
La otra represalia de Netanyahu fue de tipo financiera. Israel tiene
cercadas a Gaza y Cisjordania y cobra impuestos a su nombre, que luego gira en
plazos y montos decididos unilateralmente. Ahora retendrá 100 millones de
dólares pertenecientes a los palestinos y con ese dinero pagará deudas a
empresas israelitas de electricidad. Un despojo liso y llano. Una estafa que
alimentará la leyenda sobre la condición usurera de los israelitas...
En esa actitud, la potencia ocupante no actúa sola. Su socio mayor,
EEUU, también ha amenazado con cortar la cuota que abona para financiar la
Unesco y otras organizaciones de Naciones Unidas, disconforme con la derrota
sufrida el 29 de noviembre en Nueva York. El daño será severo, pero en política
será un bumerán que volverá sobre Netanyahu y Obama. A la corta o a la larga,
Palestina tendrá su lugar en la ONU como ya lo tiene en la historia.
Fuente: http://www.laarena.com.ar/opinion-israel_no_acata_a_la_onu_y_anuncia_mas_sanciones_a_palestinos-86094-111.html