El Ministro de Defensa colombiano Juan Carlos Pinzón recibe León Panetta,
ex
director de la CIA en abril 2012.
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Por Alberto Pinzón Sánchez
Deben ser muy pocos, quienes no
estén de acuerdo con el artículo periodístico de opinión del investigador
colombiano Carlos Medina Gallego, titulado “Las FARC-EP: Reingeniería
militar y política. Balance 2012”, publicado en portal Rebelión
(20.12.2012).
Es un buen análisis de la situación actual en que se encuentra el conflicto
armado colombiano, argumentado con información militar y estadísticas de la
guerra de baja intensidad (GBI) que se libra en Colombia y que no todo el mundo
posee, pero están a disposición del grupo de investigación en seguridad y
defensa de la universidad nacional de Colombia. Sin embargo, a pesar de su
objetividad y buena intención, es un análisis insuficiente o parcial, porque ha
sido desarrollado siguiendo la tradicional lógica dominante en Colombia para
este tipo de análisis, que toma únicamente la antinomia de los aspectos
internos (colombianos) de esta guerra, obviando, o pasando por alto o mejor
olvidando, los aspectos externos (geoestratégicos y trasnacionales) de la
misma, convertidos finalmente en el factor determinante o decisivo del desarrollo
de ella.
Y sin pretender abarcarlos todos (lo cual es imposible) si me quiero
referir tan solo a dos de estos aspectos determinantes, que el secretario de
defensa de los EEUU León Panetta, ex director de la omnipresente y omnipotente
Agencia Central de Inteligencia (CIA) y quien se supone tiene en sus manos, su
cabeza y en sus computadores , toda, o casi toda, la información del mundo,
recientemente ha puesto de manifiesto ante el mundo: 1- El fracaso de la “War
Drugs” estadounidense y su redefinición especialmente en México, Colombia y en
el resto del continente americano, tal como lo reconoció en su reciente gira de
abril de 2012. (Ver foto El Espectador. 27.04.2012 con el ministro de defensa
colombiano)
Y 2- La terribles verdades para el “orgullo americano”, pronunciadas
en el club nacional de prensa de los EEUU, donde Mr Panetta dijo entre otras
cosas que: “Tras más de diez años de guerra continua, de despliegue tras
despliegue de tropas, Estados Unidos ha llegado a un momento crítico…Estados
Unidos se encuentra en un punto estratégico crucial con amenazas dispersas por
el mundo y el reto de mantener su propia fortaleza económica…La era del cheque
en blanco para la defensa ha terminado y el país tendrá que reducir sus fuerzas
y prepararse para amenazas que no disminuyen…La fortaleza de EE.UU comprende el
fortalecimiento de su base industrial…Lo último que necesitamos es que,
encarados con una crisis y cuando precisemos suministros, tengamos que contar
con las industrias de otros países”. (Agencia EFE. 18.12.2012).
Con esto, considerado como un contexto más general , y
correlacionándolo con la situación militar interna para Colombia descrita en su
artículo por el investigador Medina Gallego; a lo que se puede agregar la “precepción
del desgaste” reflejada en la tendencia hacia un pesimismo generalizado sobre
el gobierno del país, los fallos jurídicos de Cortes Internacionales sobre
fronteras y sobre el Terrorismo de Estado, que se ha detectado en las últimas
encuestas oficiales de opinión; puede(y debe llegar a ser pertinente)
considerar que la decisión del presidente J. M. Santos de sentarse a la mesa
con las Farc-EP, es algo más complejo y contradictorio a la retórica
militarista de negociar en medio de la guerra un empate positivo, o de haber
logrado para el Estado una gran victoria político-militar con el fin de continuar
la guerra, al haber elevado (el presidente JM Santos, su ministro de guerra
Pinzón, junto con los politiqueros de la unidad nacional gobernante) a rango
constitucional el Fuero Militar para la Impunidad (FMI).
Sinceramente ¿habrá alguien quien crea que ese Fuero Militar aprobado,
va a ayudar a las heroicas Fuerzas Armadas de Colombia a lavar la ignominia de
los falsos positivos y el Terrorismo de Estado y a ganar una guerra como la que
se libra en Colombia? ¿Y si se cree, o se afirma que, la victoria estratégica
es lejana, con qué finalidad político-militar se aprobó? Uno puede entonces
concluir que no hay preguntas necias; las necias (casi siempre) son las
respuestas.