domingo, 2 de diciembre de 2012

12 meses para la paz y sin “revolución por decreto”


Humberto de la Calle, el representante de Santos en la Habana. Aristócrata y oligarca.


Por Horacio Duque
Ya más relajado, sin las presiones por el fallo de la Corte Internacional de Justicia, luego del encuentro diplomático con el Presidente Daniel Ortega para dar tramite concertado a las diferencias, el señor Santos hizo presencia en el Congreso del insignificante partido verde que se reúne en la ciudad de Cartagena bajo la presidencia de un señor Parada, el mismo que tiene fatigado el país con su crónica y mendicante petición de puestos en el gobierno.
En su discurso el jefe de la Casa de Nariño afirmo, como gran cosa, que las conversaciones de paz tenían de 12 meses, hasta noviembre del 2013 para llegar a unos acuerdos concretos en los 6 puntos de la Agenda establecida. Es su interpretación del punto del Acuerdo General que establece que para “Garantizar la efectividad del proceso y concluir el trabajo sobre los puntos de la agenda de manera expedita y en el menor tiempo posible, para cumplir con las expectativas de la sociedad sobre pronto acuerdo. En todo caso, la duración estará sujeto a evaluaciones periódicas de los avances. 
En el mundo de la postmodernidad, el de la iliquidez y fugacidad de todo, 12 meses son una eternidad. Es un mundo de tiempo si se aprovechan bien y si no también.En 12 meses, si se descuidan, pueden perder otro tanto en el Mar Caribe, porque los revolucionarios de Nicaragua quieren más, pues el derecho les da la razón y en La Haya parece que tienen un buen jurisconsulto, muy despierto y hábil. En 12 meses y si las encuestas empeoran hasta la gobernanza se le escurre al señor Santos. Casos se han visto. No se duerma.
Muy bien que la paz disponga de 12 meses más y que el doctor Santos no siga amenazando con levantarse y dejar todo tirado con el cuento peregrino de que nada se ha perdido para el país, como si se tratara de un juego de niños.
Pero 12 meses no sirven para hacer una “revolución por decreto”. El cuento de una “revolución por decreto” se lo inventó Lopéz Michelsen, un político burgués liberal acostumbrado a los sofismas y falacias lingüísticas.
Iván Márquez, jefe de la delegación de Paz de las FARC-EP en la Habana, puso las cartas en
la mesa en Oslo, y decía que no ha venido para entregar casi medio silgo de lucha en vano.
Las revoluciones no se hacen por decreto, señor Santos. Eso es elemental en el ABC de la sociología, la historia y la ciencia política. Pregunteselo a su hermano Enrique y verá. Las pocas revoluciones que han ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad, 4 o 5, han sido potentes revueltas populares y alzamientos violentos que no dejaron títere burgués/terrateniente con cabeza. No se hicieron por acuerdo o contrato entre las clases sociales antagónicas. Échele una leída a los textos sobre la revolución francesa, la soviética, la china o la cubana y se dará cuenta que lo que está diciendo es una perfecta burrada. No repita como un loro las falacias de Lopéz Michelsen.
La Mesa de La Habana lo que está intentando es un reformismo, que a Usted le parece una revolución que todavía no lo es.
Son las reformas elementales, y hasta liberales, que esta sociedad reclama desde hace mas de medio siglo para poder ingresar a la modernidad y que la clase que Usted representa ha impedido a sangre y fuego, ocasionando una guerra absurda contra la mayoría del pueblo colombiano.
Una de tales reformas es la agraria que ahora se debate en Cuba, ojalá con buenos resultados para los 6 millones de campesinos victimas de la violencia de los terratenientes de todos los pelambres que abundan en su gobierno.