Quema de principios democráticos |
Al filo de la navaja
Álvaro Lopera, enero
12(siriripress)-
En nuestro portal, en la sección opinión, subimos dos artículos
interesantes los cuales
se refieren tanto a un pequeño ensayo que William Ospina escribió el pasado 5
de enero, llamado "A las puertas de la mitología", como a la
entrevista publicada hoy en El Espectador a raíz de su "escandaloso
escrito", en donde como coletilla de entrada la periodista Cecilia Orozco
Tascón hace la venia a la "opinión contraria de su escrito de la mayoría
de los establecimientos sociales de Colombia".
Para ninguno de nosotros nos es
desconocido que las tales mayorías corresponden a las capuchas de las clases
gobernantes, esto es, a los medios de comunicación burgueses y a los partidos
políticos de derecha colombianos, amén de esa clase media y alta que siempre
huelen incienso después de terminar su perversión cotidiana.
Respecto del pequeño ensayo,
puedo decir que es un escrito inteligente, como casi todo lo que sale de la
pluma de William Ospina, y como suele decirse, su obra es superior al creador,
esto es, en la entrevista, que es donde aparece en escena el hombre real, -el
mismo que recibe un pago por sus perspicaces escritos que favorecen la
presencia del periódico en el tráfico de la opinión mundial y nacional-, frente
al juicio del establecimiento, ya los matices se decantan y surge el
intelectual liberal demócrata que sabe que el caimán que lo entrevista es un
vocero más de la opinión "políticamente correcta" de nuestra
oligarquía.
Si analizamos el cuestionario, e
invito a que lo hagamos con un criterio bien examinador, ellos pretenden
esculcar hasta la saciedad la ideología del escritor, pues, según la
entrevistadora, lo que publicó es todo un anatema para el cotarro político
colombiano. ¿Cómo es eso de considerar la revolución bolivariana y al
"mono" Chávez casi como un paradigma para América Latina, además de
la "execrable" revolución cubana? ¿Es William Ospina un contestatario
rebelde y menos un intelectual refinado?, pues los partisanos de la opresión lo
querrían ver como un florero decorativo. ¿Es acaso antinorteamericano?
De nuevo la vasta cultura de
Ospina pone contra las cuerdas a tan encumbrada periodista que parece que
llevaba listas las preguntas mucho antes de entrevistarse con él. Muy
inteligentemente le demuestra hasta la saciedad que él no es amigo personal ni
le debe nada a Chávez, que si lo ha visto ha sido a distancia; que menos le
debe a la revolución cubana y que ni siquiera los sendos premios que ha
recibido de Cuba y Venezuela lo afectaron para escribir lo que escribió. Que
los políticos son una sarta de incultos, y que por ello, entre otras, arrecia
la violencia, como si no tuviera en cuenta que una persona que se diga
ciudadano es político por esencia, naturaleza social y necesidad. No conozco a
nadie que no participe con su actividad o indiferencia en la toma de las
decisiones políticas de un país.
Y si se refiere a los políticos
profesionales, pues le recuerdo a don William aspectos importantes tales como
que uno de los grandes políticos de este país y muy culto por cierto fue el
basilisco Laureano Gómez, el cual bañó en sangre nuestro país en la época de la
violencia. Podemos hablar de muchos otros que han arrastrado este país a las
execrables puertas del infierno, tales como Rafael Núñez, nuestro impulsador de
la sempiterna constitución del estado de sitio, la cual fue cambiada por la
neoliberal de 1991; también don Alberto Lleras Camargo, demasiado culto para su
época, firmante del acuerdo de Benidorm- el mismo que selló con la impunidad el
terrible crimen cometido por ambos partidos contra el caudillo del pueblo y
contra todo el pueblo colombiano y que representó una verdadera masacre con
cerca de 300.000 víctimas- que se convertiría en el acicate posterior de la
violencia- y gran impulsador del terrible frente nacional, padre de otras
tantas tragedias. Y ni se diga nada de Carlos Lleras Restrepo, el de las rondas
campesinas, y de Belisario Betancur, este último poeta de la excrecencia de la
extrema derecha fascista, más conocido como el incendiario, padre de la toma
del Palacio de Justicia en 1985 en donde cayeron las mejores y más democráticas
cabezas del derecho burgués de nuestro país.
Por supuesto, en la entrevista no
podía aparecer Ospina defendiendo la lucha de clases, - claro que él no es un
marxista, ni lo será nunca- la misma que se impone desde el poder mismo y que
las clases de abajo tienen que asumir como su destino manifiesto hasta que
estas desaparezcan, la cual para información de tan renombrado escritor, van
ganando las distintas burguesías del mundo. Se le olvidó pues a nuestro
entrevistado que no propiamente la cultura va a salvar a nuestro país de la
violencia mientras los usurpadores del poder sigan siendo los dueños de los
medios de producción y la acumulación de riqueza se haga violentamente a costa
de millones de hombres y mujeres que ni siquiera reciben de pago lo mínimo para
subsistir y que son despojados del mínimo patrimonio rural.
La entrevista muestra a las
claras el tipo de país que tenemos, el cual se escandaliza con el artículo de
un escritor que por cierto escribe muy bien, pero que políticamente se ha
movido sin que afecte para nada al establecimiento puesto que sus opiniones se
mueven al filo de la navaja: ni para allá ni para acá porque se corta. Pero qué
pena, es quizás el único que se atreve a escribir lo que piensa desde una
concepción democrático-liberal y recibe como respuesta rayos y centellas y un
llamado a que atenúe tan sencillos conceptos políticos.
Los Abad Faciolince, los Vargas
Llosa, los Bernard-Henri-Lévy, los Santos Calderón y mil más del portafolio
imperialista mundial son los que se imponen ahora en este interregno del siglo
XXI del sistema mundo capitalista, el mismo que desde siempre nos hemos
dispuesto a transformar en algo más amable. Por ello es indiscutible, que, y
con todo lo que representa el entrevistado que llama a formar toldas
democráticas y muy cultas para hacer una política más refinada como si no
existieran bastantes y muy decididas, debemos sentirnos contentos de que no
todos los intelectuales se estén cocinando en el altar del fascismo de nuestro
país y que desde la pluma haya una cierta resistencia a ese tenebroso dominio.