Presidente Santos ¿boicotea los diálogos? |
Horacio Duque
Urgido por las
presiones electorales de su reelección por otros cuatro años más en la
Presidencia de la República, el señor Santos quiere inducir una crisis en los
diálogos de paz que se adelantan en La Habana. Solo la movilización popular
protege el derecho a la paz con justicia social.
El jefe de la
delegación gubernamental para los diálogos que se adelantan en La Habana ha esbozado
una crisis de los mismos aduciendo tésis que no tienen mucha consistencia y
encubriendo las verdaderas causas de un gesto tremendista con graves
consecuencias para el país y la región. La Mesa de conversaciones de La Habana
es una conquista democrática muy importante que debe ser defendida mediante la
movilización popular/cívica y el apoyo de la comunidad internacional para
impedir otra maniobra retardataria de la clase dominante que complique la
situación de violencia y guerra que padece Colombia.
Un marco anlítico
de lo que está ocurriendo debe apoyarse en el texo del "Acuerdo
especial" firmado desde agosto del 2012, las en conversaciones en medio de
la guerra, el asunto del cese al fuego y de hostilidades, la regularización del
conflicto, la reelección presidencial, laincertidumbre democrática y la mediación internacional.
El punto de partida
es una comunicación emitida por las Farc/ep para indicar que en los combates y
enfrentamientos propios de la guerra caeran como prisioneros de guerra miembros
de las fuerzas armadas, si bien existe la determinación de eliminar el
secuestro con fines económicos, y dado que la guerra sigue su curso con todo lo
que esta implica se hace necesario establecer un marco regulatoria que incluya
acuerdos humanitarios, por ejemplo, para intercambiar prisionero.
Al señor De la
Calle lo dicho le parece inadmisible. Salido de tono, ha descalificado las
conversaciones que avanzan, tildandolas de simple "carreta". En esta
descontrolada, desproporcionada y calculada reacción, el delegado oficial esta
mostrando un profundo desconocimiento de los protocolos y elementos que
orientan los diálogos de paz. Su unico objetivo es la desmovilización a
ultranza de las guerrillas revolucionarias, mediante un extraño "fin del
conflicto", desconociendo dos puntos centrales del proceso político en
curso, como son el Texto del Acuerdo y la decisión equivocada del señor Santos
de adelantar las conversaciones en medio del conflicto.
Con su posición se
está llevando por delante la filosofía de las conversaciones, los temas, la
Mesa, la presencia internacional y las reglas de funcionamiento. Ignorando, de
paso, que han sido los factores estatales los que han determinado que las
acciones ofensivas de las Fuerzas Armadas seguiran desarrollandose con asaltos
a campamentos, masacres y asesinatos mediante el uso de sofisticadas
tecnologias aéreas belicas. El señor Santos se compró la teoria de algunos
mercaderes internacionales de la política los cuales sostienen que si se acepta
una tregua bilateral, la guerrilla se fortalece perdiendo el interés por la paz
y el Ejercito se desmoraliza proque debe recluirse en los cuarteles y
batallones a realizar otras labores. No obstante que se han indicado los
peligros de adelantar conversaciones en medio de la guerra y los aspectos
positivos que arrojó la tregua unilateral por 60 días, tercamente se mantiene
una posición a todas luces inconveniente y nada constructiva. Lo peor es que
tampoco aceptan aproximarse al punto de la regularización y humanización del
conflicto, que De la Calle rechaza de manera tajante.
No obstante una
lectura del contexto, despues del texto, arroja pistas sobre el orígen de la
"sorpresiva" postura oficial.
Prácticamente esta
en curso la campaña para la elección del próximo Presidente de los colombianos,
que debe ocurrir en el 2014, y el señor Santos ha hecho explicito su propósito
de hacerse reelegir por otros cuatro años más. Pero las cosas no marchan en los
mejores términos para ese proyecto por causa de su crudo enfrentamiento con
Uribe Velez y lo que este representa políticamente. El fallo sobre San Andrés
que cercenó 100 mil kilometros del mar Caribe Colombiano en favor de Nicaragua;
el fracaso de la Ley de tierras y víctimas; la rampante corrupción de la clase
política santista; las altas tasas de pobreza; la debacle en la salud; la
reaparición de los grupos paramilitares; la impunidad en que han quedado los
"falsos positivos"; la reforma tributaria que se aprobó para
favorecer a la plutocrcia, son un conjunto de fenómenos que golpean seriamente
los potenciales reeleccionistas de Santos por otros 4 años más. Esa reelección
está practicamente muerta.
En vista de esas
tendencias, el hermano del Presidente, el señor Enrique Santos, ha dicho que a
Juan Manuel hay que reelegirlo como sea porque es el único indicado, entre la
clase dirigente, para cerrar con exito una negociación de la terminación del
conflicto social y armado. Lo que demuestra su talante antidemocratico y el
desconocimiento de las nuevas realidades políticas surgidas con los diálogos de
La Habana.
Decir que quien
tiene que ser escogido como el próximo Presidente es el actual Jefe de la Casa
de Nariño, es omitir dos características esenciales de la democracia: a) los
resultados de los procesos (electorales) son inciertos, no están determinados
de antemano, y b) dependen del "pueblo", de las fuerzas políticas que
compiten para promover sus interéses. El punto central de esta argumentación es
la incertidumbre de los resultados de la competencia electoral; estos para ser
democráticos deben ser inciertos. Nadie esta seguro de triunfar. El triunfo de
unos u otros depende de las decisiones de los electores, los cuales son,
políticamente, libres para elegir. Es lo que el periodista y politologo Santos
(Enrique) desconoce porque su concepción de la vida es muy autoritaria.
Y colocadas las
cosas en términos de incertidumbre democrática, las nubes no pintan bien para
el oficialismo porque cada vez gana más espacio una coalición de fuerzas
progresistas, de izquierda y de centro que canaliza la inconformidad cívica
frente a Santos y Uribe Velez. Con los meses veremos una nueva fuerza política,
que seguramente asuma mayores compromisos con la paz y la construcción de una
verdadera democracia en Colombia, capitalizando la "estructura política de
oportunidades" que ofrece la dura reyerta intraelite que protagonizan
Santos y Uribe, hasta hace poco socios del alma.
Asi que el
tremendismo del señor De la Calle más bien lo que está reflejando es el
nerviosismo que se apoderó de las huestes gubernamentales ante el real
hundimiento del proyecto reeleccionista. Por eso no es nada raro que en esta
línea terminen todos los del gobierno pateando la Mesa de Conversaciones.
Es el momento del
protagonismo de los paises garantes y acompañantes (Noruega, Cuba, Chile y
Venezuela) para que su mediación atempere el impetu disociador gubernamental.
Desde luego, De la
Calle está muy equivocado. La Mesa es una conquista democrática nacional que
tiene la solidaridad y el apoyo de la comunidad internacional, particularmente
de los países vecinos y amigos del pueblo. La única vía para proteger los
diálogos es la de la movilización multitudinaria de las masas. Ya se han
previsto Asambleas constituyentes regionales y sectoriales al igual que una
gigantésca concentración el 9 de abril en Bogotá, a la que concurran miles de
campesinos, trabajadores, jóvenes, mujeres, indigenas, afrodescendientes y
otras corrientes de la sociedad que defienden la necesidad de la terminación de
la guerra civil nacional. Esa es la tarea central de los próximos dias y
semanas. No nos dispersemos en otros menesteres secundarios.
Cucuta, 30 de enero
de 2013.