Presidente Juan Manuel Santos |
Horacio Duque.
Reelección de Juan Manuel Santos y
Constituyente para la paz son dos aspectos centrales de las tendencias
políticas del corto y mediano plazo en Colombia.
Varias cuestiones saltan al
aproximarse a dichos temas. ¿Está asegurada la reelección de Santos por otros
cuatro años más en la Casa de Nariño?¿ Impedirá su estrategia electoral la
caída en la aceptación ciudadana tal como lo indican las encuestas con la
consiguiente derrota en el 2014?¿Las contradicciones intraelite con la facción
dominante de Uribe Velez hundirá las pretensiones del actual
Presidente?¿vencerá Uribe Velez con su oposición de ultraderecha y la propuesta
del Puro Centro Democrático?¿Se configura una "estructura política de
oportunidad" para que grupos alternativos convoquen una coalición
electoral con grandes posibilidades en las votaciones legislativas y de
Presidente?. ¿Qué pasará con el proceso de paz que se adelanta en La Habana? ¿Abandonará
Santos las conversaciones destruyendo la Mesa como parte de su estrategia
reeleccionista para recuperar espacios en el campo del uribismo?¿Es viable una
Asamblea Constituyente como mecanismo extraordinario para poner fin a la guerra
civil nacional y hacer un acuerdo institucional entre el Estado y la
insurgencia guerrillera que siente las bases de la paz estable y duradera?
Son las preguntas que resulta
conveniente plantearse al explorar el conjunto de los fenómenos políticos que
caracterizan a Colombia en la actualidad y con especiales repercusiones en los
próximos años.
Un marco analítico pertinente para
abordar los problemas indicados recoge diversas categorías Me refiero a
conceptos como "democracia oligárquica" que sirve para identificar el
régimen político hegemonico ubicado en el límite entre sistemas autoritarios
modernos y una cuasidemocracia, porque sociológicamente la estructura de poder
que prevalece se parece más a un régimen autoritario burocrático/clientelar de
prebendas, aunque en su concepción constitucional e ideológica este cerca de
una democracia liberal representativa y de competencia acotada, ajena a la
participación popular; también aludo al Estado abigarrado; a la cultura
política; al sistema de partidos; a la sociedad civil; al neoliberalismo; a los
bloques históricos populares; a los ciclos de movilización antineoliberal; a
las estructuras políticas de oportunidad que se dan para los movimientos
sociales como el de la paz; al subsuelo político; a la paz; al poder y al proceso
constituyente.
El régimen político colombiano es un
tipo de "democracia liberal oligárquica" que se refleja cabalmente en
la forma como la élite ejerce el poder, en como lo organiza, en el tipo de
relaciones establecidas con la sociedad civil, en el sistema de creencias que
lo sostiene y en el papel de los ciudadanos en el proceso político. Ese es el
marco legal actual que se consolidó con las reformas autoritarias realizadas
durante los dos gobiernos de Alvaro Uribe Velez, las cuales eliminaron algunas
instituciones adoptadas por la Constitución de 1991, formalmente cercana al
modelo de "democracia participativa", pero capturada de hecho por la
ideología neoliberal y la autonomía de los militares que conservaron un
descomunal poder sobre el resto de las formas estatales con graves
consecuencias sobre la vigencia efectiva de los derechos humanos como se ha
visto con el caso de los "falsos positivos".
Uno de los cambios impuesto por Uribe
Velez mediante su engranaje autoritario/clientelar fue la autorización de la
reelección del Presidente por otro periodo igual de cuatro años. Eso le
permitió gobernar durante ocho años, hasta el 2010.
La reforma constitucional en mención
es la que da sustento a los planes del actual Jefe de la Casa de Nariño, quien
con más de 30 meses de gobierno, ha proyectado su permanencia hasta el 2018,
mediante una estrategia reeleccionista ya perfilada y en curso no obstante que
los plazos legales establecen el mes de noviembre como el inicio formal de una
campaña presidencial.
Pero los vientos no parecen muy
favorables para Santos. Varias encuestas de opinión en los últimos 15 meses han
indicado que su aceptación no es la que satisface. Ha registrado severos
retrocesos en la percepción que los ciudadanos tienen sobre su gestión en
diversos campos de la realidad social, pues los resultados de sus programas de
gobierno no son los mejores para la solución de los problemas sociales. La
salud sigue en crisis por cuenta del neoliberalismo, igual la educación
pública, los "nuevos" empleos son una basura que degrada, la
corrupción es una verdadera epidemia social con la denominada Prosperidad
democrática, sigue la violación de los derechos humanos, la reforma tributaria
aprobada se hizo para favorecer a la plutocracia financiera y golpear a la
clase media y trabajadora, la Ley de víctimas y restitución de tierras quedó
refundida en los archivos de la burocracia, despedazada por los caciques
clientelares y la ineficiencia de los jueces, la perdida de San Andrés fue
fatal, el simulacro de hacer una paz sin justicia social se desenmascaró y el
incremento del salario mínimo fue un ultraje a los trabajadores y familias
asalariadas.
Con este cuadro la reelección del
señor Santos no está segura. Esta bien envolatada y cada vez parece más una
quimera.
Lo más complicado es que el diseño de
su campaña se basa en el uso intenso del clientelismo mediante el gasto publico
en unas ultrajantes viviendas gratis, en subsidios a ciudadanos clientes del
Estado (familias en acción, jóvenes en acción, etc), en la compra de
legisladores, en el cohecho electoral y la manipulación con los medios de
comunicación de masas. Adicionalmente ha previsto planes de contingencia con su
supuesto Ministro estrella que es investigado por la Sala Penal de la Corte Suprema
de Justicia por sus largos vínculos con los grupos paramilitares de Casanare y
Arauca. Así que los problemas saltaran por este flanco vulnerable.
Pero es en el terreno político donde
está su talón de Aquiles. Su distanciamiento de Alvaro Uribe, que representa la
facción más radical del bloque hegemonico dominante, le enajeno el apoyo de los
partidos y movimientos ultraderechistas que se aferran a la Seguridad
Democrática y al manejo de la guerra civil mediante la profundización del
conflicto y el protagonismo de la maquina militar.
La activa y beligerante oposición de
Uribe Velez, especialmente en los temas de San Andrés y la Paz, para no
mencionar otros, colocó a la defensiva al actual jefe de la Casa de Nariño y le
destruyó todos sus potenciales para continuar como Presidente.
Lo cierto es que otro periodo de
Santos, por cuatro años más, es cada vez más una ilusión. Eso no existe. Hay
que recuperar el sentido y el "principio de la realidad" para
recomponer el horizonte político.
Todo este escenario permite recordar
lo que fue el radicalismo de la obstrucción de Laureano Gomez a la Republica
liberal de 1936, que desconfiguro los planes de la burguesía industrial
favorecida por la crisis de 1929.
L. Gomez se salió con la suya y fue un protagonista
central de la política en los años 50 y en la guerra civil de esa etapa oscura
de la historia.
Por supuesto, de este análisis no se
puede inferir una conjetura que avizore el regreso inmediato del expresidente
al poder. Uribe está aislado en su jurisdicción retrograda. Lo que no quiere
decir que sea débil pues dispone de un enorme poder y una descomunal capacidad
para incidir en el curso político del país. Sin duda, alcanzará una amplia
cuota en la representación legislativa y presionara para que su cosmovisión
neoliberal autoritaria prevalezca en las instituciones y los programas
gubernamentales.
Los enfrentamientos de Santos con
Uribe son reales y configuran lo que en el análisis especializado se denomina
una "estructura política de oportunidades" para los movimientos
sociales. Hay una oportunidad de oro para que una amplia coalición de fuerzas
de izquierda, movimientos populares, movimientos por la paz, construyan un
"bloque histórico" que abandere cambios profundos en la sociedad
colombiana y nos saque de la violencia. Las posibilidades son enormes para
elegir voceros populares en las corporaciones legislativas y disputar el cargo
presidencial, tal como ha ocurrido en Bogotá recientemente. En el subsuelo
político, en la forma abigarrada del Estado en las regiones, en la insurgencia
campesina revolucionaria y en las etnicidades protagonicas estan todos los
elementos de una potente fuerza revolucionaria transformadora de la sociedad y
la nación.
Un "bloque histórico"
emergente debe cumplir un papel estelar en el tema de la paz, pues es muy
probable (bien probable) que en su desespero, el señor Santos, destruya
sorpresivamente la Mesa de Conversaciones de La Habana para mejorar en las
encuestas, como en su momento lo hizo con la apertura de los diálogos utilizada
para bloquear el deterioro de opinión registrado a mediados del 2012.
En ese sentido la propuesta planteada
de convocar una Asamblea Constituyente no es inoportuna ni suicida. La crisis
de la dominación oligárquica, de su régimen y Estado, solo es posible
solventarla con un mecanismo extraordinario que establezca un nuevo pacto
político para sentar las bases institucionales y jurídicas de la paz con
justicia social.
Así que al señor Santos se le envolató
su reelección. Uribe no regresará a la Presidencia, no obstante su inmenso
poder. Hay posibilidades de construir y organizar un "bloque histórico
popular" que dispone de una muy buena "estructura política de
oportunidades" para que se consolide como un núcleo transformador de la
sociedad mediante la defensa de la paz a través de una Asamblea Constituyente
que establezca un nuevo contrato social y político democrático.
En este contexto, la gran movilización
nacional prevista para la fecha histórica del 9 de abril en la Plaza de Bolívar
de Bogotá será un hito histórico en los cambios que demandan las mayorías
populares. Trabajemos en esa dirección.