De pobre prisionero a asesino de luchadores
Por Nechi Dorado
Hablar de las
personas que fueron prisioneras de guerra en manos de la guerrilla colombiana,
es introducirse en un pozo demasiado sensible para quien odia los encierros sea
quien fuere que los ejecuta.
Sin embargo, no podemos dejar de observar que
para el sistema dominante hay distintos tipos de prisioneros. Unos, sobre los
que tiene que caer el peso de la ley con todo su rigor. Estos, en general son
los pobres, los que de alguna manera osaron quejarse de los atropellos que
padecen sus pueblos y que además de ser encarcelados pasarán a llamarse
terroristas.
Otros, que dejarán de llamarse prisioneros
políticos para el mismo sistema, aunque hayan sido capturados en plena contienda
bélica. Esos serán, además de casi santificados, rehenes de los terroristas.
ASÍ
ES LA HISTORIA porque lo justo no es justo para todos, el sistema
tiene hijos y tiene entenados, esto no es nuevo. Las cárceles colombianas,
espantosas como toda cárcel en la que conviven seres humanos degradados moral y
físicamente, están abarrotadas de presos y presas, algunos hasta sin condena
luego de varios años de permanencia en los penales. Sin acceso a comida, agua,
medicina, sin acceso a nada más que al horror.
Como muchas
veces son confinados a lugares muy distantes al de su residencia de origen,
tampoco tienen acceso a la visita de sus familiares, lo que produce un
desprendimiento de vínculos mucho más aberrante aún.
Crecerán sus hijos sin padre o sin madre. Morirán
sus padres sin volver a ver los ojos de sus hijos o hijas. Así es la historia
de esta gente invisibilizada por la gran prensa internacional, condenados a ser
“nadie” para el mundo del cual, guste o no, son parte.
Carecen de cualquier derecho humano y son como
una llaga abierta a la que continuamente, el estado colombiano, rocía con sal.
Hubo en Colombia, en el marco de una guerra
fratricida que lleva 50 años de ejecución, otros prisioneros políticos. Y digo
hubo porque afortunadamente han sido liberados por decisión unilateral de sus
captores, las FARC-EP.
ESTOS,
PARA EL ESTADO NO son considerados prisioneros sino rehenes, no
olvidemos que en Colombia, los diferentes gobiernos que ocuparon la Casa de
Nariño desconocen que exista una guerra, pese a los beneficios materiales que
alcanzan gracias a ese estado bélico.
Que exista un solo prisionero político, de por
si, resulta tristísimo, pertenezca al bando que sea. Cuando el gobierno desoyó
los insistentes llamados de la insurgencia invitando a un intercambio de
prisioneros y luego de muchos años de notar que parecía que estaban hablando
con las paredes, fue que decidieron liberar unilateralmente –insisto en este
término- a sus detenidos.
La entonces senadora Piedad Córdoba, jugó un
papel importantísimo en esa liberación, ya que fue garante de la entrega, en la
que salieron todos y sanos y salvos, del
lugar al que nunca deberían haber ingresado.
Entre varios
liberados estaba el sargento Pedro Guarnizo, luego de pasar 6 años de prisión.
Este hombre, condenado a la tragedia propia y ajena, luego de su liberación
hizo declaraciones a la prensa, que lógicamente siguió el caso “liberaciones”,
tomando clarísima parte en sus conceptos omitiendo la consideración de que en
Colombia hay guerra.
Y para que haya guerra debe haber dos bandos
enfrentados.
Dijo al diario
El Tiempo “…eran las 11 de la mañana cuando entramos en combate. Eramos 25
militares contra 300 guerrilleros. A las 5 de la tarde ya estábamos sin
munición…” agregando “…cuando sentí que se acercaba tropa grité: no disparen,
soy Guarnizo, con unos heridos. Pero eran las FARC. Ahí empezó mi secuestro”
Claro, es lógico que en
esas circunstancias se sintiera secuestrado, pero convengamos que el sargento
fue apresado en combate, en ningún momento habla sobre estar haciendo un viaje
de turismo a la zona guerrillera, sino que estaba sin munición. Y con munición
se mata, se hiere, se gana o se pierde, al pobre le tocó esto último y podría
haber sido al revés.
Solo cambiarían los
términos porque entonces ahora estaríamos leyendo en la prensa “terrorista
capturado por el ejército colombiano”.
Así cambia la historia, las
palabras, las designaciones y así se reproducen y el mundo donde reinan los loros
repetidores estaría hablando de eso mismo. Y sabemos que pensar en esto no es
mera especulación.
ESTE PRISIONERO FUE SOBREVIVIENTE, además, de un
intento de liberación a tiro limpio, realizado irresponsablemente por el
ejército colombiano. Cualquiera que jamás haya calzado uniforme alguno, mucho
menos empuñado armas y muchísisisimo menos, pertenecido a ninguna fuerza
militar, sabría que cuando hay prisioneros hay que ser muy cuidadosos antes de
entrar en escena bala va, bala viene, al mejor estilo Rambo, “héroe” de ficción
que por trabajar en películas gringas siempre caerá parado y escuchará el
aplauso del público festejando su bravura.
Este no era el caso de los
muchachos militares colombianos. Lloraron varias bajas de su propio cuerpo por
irresponsabilidad e improvisación, ya que la guerra no es un juego sino que es
cosa muy seria y lamentable.
Ahora bien, este sargento que
al igual que los prisioneros liberados por la insurgencia, entrega unilateral,
(repito aún a costa de resultar reiterativamente aburridora) ya no es ese
hombre heroico entre los que tratan de salvar a Colombia de la amenaza
marxista.
No señores, el
sargento parece que no fue una carmelita descalza antes de su cautiverio, ya
que esta semana el Tribunal Superior de Villavicencio confirmó que pesa en su
contra una condena de 33 años. Fue investigado y condenado por una masacre de 4
personas en Puerto Unión, Meta, en el año ’92.
Varias personas lo
identificaron entre los ejecutores de la masacre perpetrada contra adherentes a
la Unión Patriótica, cosa que por supuesto, él mismo niega, así como su abogado
defensor.
O sea, quien ayer fuera
víctima de la insurgencia, abandonado por sus propios jefes en área de
incidencia guerrillera, sobreviviente de una irresponsabilidad sin límites mientras
se encontraba en manos de la organización guerrillera, cargaba ya no en su
mochila, sino sobre sus espaldas, con la masacre de cuatro militantes políticos
que ejercían su derecho a la pertenencia en un movimiento de carácter político
no militar.
Vaya uno a saber como
seguirá la historia de este personaje que ayer ocupara páginas de los diarios,
horas de televisión, minutos de radios nacionales e internacionales como
víctima inocente en manos de captores “terroristas”.
VARIAS VECES EL ESTADO COLOMBIANO bajo el gobierno
de Uribe lo dejó librado a su suerte, quién puede anticipar sobre lo que pasará
mañana con este hombre, sabiendo que en Colombia todo está tan despatarrado que
los héroes son los asesinos y de los otros, Dios nos libre y guarde…
Estos días me preguntaba
qué será de la vida de aquella mujer casi santificada, la que bajó de un avión
luego de ser prisionera durante varios años y que lucía tan bien que cuando la
vi pensé, pucha, que no se debe pasar tan mal en el medio de la selva, siendo prisionera
de “un grupo de inadaptados sociales que hasta se dan el lujo de hacer entregas
de prisioneros u-ni-la-te-ral-men-te…”
Y entre los entregados se
encontraba un criminal de personas civiles, ¿quién lo hubiera dicho del “pobre”
Guarnizo, no? ¿Qué dirá ahora la prensa des-informativa?