Por Narciso Isa Conde
Tengo mucho respecto
por las preferencias deportivas, incluso por las pasiones que ellas generan.
Soy de los liceístas
que hasta manotazos le daba al radio cuando perdíamos.
Nunca me puse melena,
aunque con los años deviniera en calvo.
Nunca usé pico de
cotorra.
Ahora, a mi entender, hay mayores razones para
no rugir como el león. Y no solo por aquello del despreciable León llamado en
justicia Ladronel.
Mis razones se refieren
a los vínculos entre pelota y poder.
El Escogido, más allá
de sus valores representados por Moisés Alou y por otros conductores y
jugadores criollos, pasó a ser propiedad de tres grupos económicos: uno de
mediana cuantía y dos con un inmenso poder financiero, mediático y político.
Los Vicini y los
Bonetti tienen, “no solo todo el dinero del mundo” sino también “del universo”;
y se han propuesto controlar y monopolizar el mayor numero de actividades de la
vida cotidiana, entre ellas las deportivas;
con el interés de reducirlas a mercancías encarecidas y empresas
lucrativas. Cuentan, además, con Luis Manuel Bonetti como enlace y socio de la
Corporación Leonel-PLD
En esta era neoliberal
“la competitividad sin límites”, que equivale a sucia competencia entre
desiguales, les favorece; mientras la “estructura” del campeonato le ayuda para
hacer lo que recién consumaron.
El Escogido fue de los
peores equipos a lo largo de casi todo el discurrir de la serie regular, hasta
que decidieron invertir en grande para calificar en el cuarto lugar.
De ahí en adelante, en
el corto tramo faltante, operó a su favor el gran flujo de capital junto a un
eficiente manejo gerencial; a lo que se agregó el talento de Moisés y las
virtudes de los atletas contratados.
Y así el Escogido pasó
a ser el segundo mejor equipo de la serie semi-final.
A partir de ahí vino
“la no te meneé”: la intensificación del impacto de su poder económico en la
decisiva serie final, aplastando –papeletazos a granel- al mejor equipo del
campeonato.
El Escogido así, por
obra y gracia de la supremacía del Rey Dinero en el Play y del buen manejo del
Dios Mercado -vertientes en las que tienen mayores ventajas los que mas
plusvalía y capital originario hayan
acumulado- pasó en días a ser el mejor equipo del final del campeonato;
proclamado, legal pero injustamente, campeón.
Pero lo más grave no es
ese capítulo deportivo, sino todo lo que implica la dinámica avasallante de los
grandes capitales corporativos, criollos y transnacionales, cara al presente y
al futuro de nuestra sociedad.
Si no nos indignamos
para revertir esta nefasta tendencia, no joderemos más de lo que estamos.