Boris Cabrera trabajó con Iván Márquez en los primeros años de la Unión
Patriótica y sigue siendo una de las personas que mejor conoce a las Farc.Fotos: Juan Pablo Pino |
Por la Silla Vacía
El lunes se reanudan las conversaciones entre las Farc y el Gobierno en
La Habana. Mientras se ven los primeros resultados de la primera fase
sobre desarrollo agrario integral, la guerrilla sigue siendo una
incógnita para la mayoría de colombianos. La Silla Vacía entrevistó a
Boris Cabrera, exfundador, extesorero y exmiembro de la dirección de la
Unión Patriótica y una persona que conoció muy bien a las Farc y a Iván
Márquez en el Caquetá.
Cabrera
trabajó con el jefe guerrillero de las Farc durante las marchas
cocaleras y campesinas en los ochenta y luego en la fundación de la UP.
Su esposa Diana Correa, también militante de la UP, fue desaparecida y
asesinada por un grupo de militares, que fueron posteriormente
condenados por los hechos. Cabrera fue procesado por la justicia sin
rostro y apresado por el presunto secuestro y homicidio de Diego Turbay
Cote en el Caquetá. Posteriormente, la Fiscalía lo exoneró y el Consejo
de Estado acaba de condenar a la Nación por las irregularidades en su
captura y el año que injustamente pasó en la cárcel.
Dado su conocimiento de las Farc, La Silla lo entrevistó como parte de una serie de entrevistas sobre el proceso de paz.
La Silla Vacía: ¿Cómo describiría las Farc hoy y como es diferente de la que no negoció la paz en el Caguán?
Boris Cabrera: Las Farc es una organización
político-militar muy madura, en todos los sentidos, con una gran
experiencia de sobrevivencia en la lucha contrainsurgente, que de alguna
manera -y por eso estamos en este proceso- ha logrado a diferencia de
todos los movimientos similares del Tercer Mundo sobrevivir a las
ofensivas del ejército también, a su vez, mejor capacitado en lucha
irregular en el continente.
¿Qué le da esa habilidad para sobrevivir?
Contrario
a lo que piensa mucha gente, las Farc tiene gran inserción popular en
muchas regiones del país, particularmente en las zonas de frontera
agrícola y de colonización. Frente a la ausencia del Gobierno y de
alternativas programáticas a favor de los campesinos, ha sido una
especie de centinela, de protección y de alternativa para defenderse en
el pasado de los latifundistas y en el presente de los paramilitares y
otras formas que ha asumido la lucha eterna en Colombia del despojo de
la tierra a colonos y campesinos.
¿Defender
a la población de los paramilitares? En muchas regiones, los
guerrilleros huyeron mientras que los paras masacraban a la población.
Sí,
pero al mismo tiempo, los paramilitares no estaban solos. Donde los
paramilitares realmente intentaron hacer contrainsurgencia, y no gozaron
del apoyo de las fuerzas del Estado fueron totalmente liquidados por la
guerrilla como en el caso del Caquetá.
¿Por qué dice que las Farc tiene una gran inserción con las comunidades?
En
amplias zonas del país, en el Caquetá, por ejemplo, han hecho
centenares de kilómetros de vías alternas, terciarias, que inclusive hoy
las sostienen. Eso lo sabe el gobierno, y los campesinos y los
finqueros pagan cuotas de sostenimiento de las carreteritas que
funcionan, y han hecho puentes, han hecho cantidad de infraestructura,
ya que el Estado por razones de seguridad no ha podido desplazar
ingenieros para la construcción de esas vías. Hay amplias zonas del
Meta, de Arauca, del Guaviare, donde tienen distintas formas para
mantener un contacto fluido con las comunidades. La mayor incomprensión
del Establecimiento sobre las Farc es el tratamiento de bandidos que les
pretendieron dar en el pasado.
¿Usted no cree que sean bandidos?
No,
yo no pienso que de manera alguna sean bandidos. Son personas que están
al margen de la ley. El hecho de que hayan muerto algunos históricos
como Marulanda, Jacobo y otros no quiere decir que no haya miles de
personas que piensen que su ejemplo está vigente.
No son precisamente unos santos. Secuestran, reclutan niños, matan gente.
Con
la madre Teresa de Calcuta, con la comunidad de las hermanitas pobres
no habría nada que discutir. De lo que ya está harto Colombia es de esta
violencia a la que no se le ve puerto. Y haber llegado a la conclusión
madura de que es por la vía del acuerdo razonable, posible, equilibrado
que podemos resolver el tema es un gran paso. Si todos estamos perdiendo
por qué no intentamos ver cómo podemos todos ganar. Pero no
necesariamente a favor de las minorías privilegiadas de siempre.
¿Usted es optimista frente a este proceso de paz?
Yo soy sanamente optimista. Hay que tener algo claro: esto no se va a
resolver con abrazos de paz, de perdón, con una cantidad de los llamados
‘gestos’. Aquí tienen que atenderse demandas históricas enmochiladas en
fallidos procesos porque es que finalmente no puede entenderse que el
gobierno esté en representación de algo abstracto. Debe estar
representando una sociedad, 46 millones de colombianos que debemos estar
dispuestos a dar algo entre todos por el bien supremo de la paz. No son
favores dispensados por el gobierno, por nadie en particular.
¿Por qué estarían esta vez las Farc dispuestas a dejar las armas?
Los
años no han pasado en vano. Colombia ha sufrido mucho de aquello por lo
que luchamos hace tanto tiempo, eso está vigente, otras cosas han
cambiado. Yo creo que las Farc hicieron un pulso en el proceso del
Caguán que en el plano militar encontró de todas maneras una respuesta
que no les hizo fáciles las cosas de ahí en adelante.
¿O sea que lo hacen porque están derrotadas?
No
están derrotadas y por lo tanto no lo hacen por eso. Yo creo que lo
hacen porque se dieron cuenta que de todas maneras había una buena parte
de Colombia por ganar y que estaban frente a unas Fuerzas Armadas muy
difíciles de derrotar. O sea, a mi juicio, pudieron haber llegado a la
íntima convicción de que si bien ellos, que aguantaron la arremetida de
las fuerzas oficiales sin haber sido derrotados, tampoco podrían
razonablemente pensar que podían tomarse el poder por esa vía.
¿Cuál cree que es el mejor resultado que podría resultar de La Habana?
Yo
pienso que las Farc tienen mucho por aportarle al país. Pienso, por
ejemplo, que en Colombia no habrá solución al problema del narcotráfico
si las Farc no son un ente activo en la erradicación definitiva del
cultivo en casi todo el país, donde operan.
¿Cómo podrían hacerlo?
Con el apoyo del Estado. Con un proceso de paz satisfactoriamente
resuelto, pueden hacer una pedagogía asistida económicamente para que
los campesinos e indígenas tengan cómo ellos mismos arrancar sus matas. Y
evitando que los verdaderos usufructuarios del proceso criminal del
narcotráfico, que son los narcotraficantes y algunos políticos en
distintas regiones del país, puedan seguirse moviendose a sus anchas.
Usted lo plantea como si las Farc no fueran ellas mismas narcas.
Pues sí, así lo planteo.
¿Pero qué habría que darles para que dejen las armas?
Yo pienso que el Gobierno no tiene nada que darles, es la sociedad la
que tiene que volverlos a acoger dándoles no solo a ellos como grupo o
ejército irregular satisfacción a algunas de sus demandas que se
concerten sino dándole solución a los problemas de una buena parte de la
sociedad colombiana como la pobreza, la marginación, la desigualdad.
Pero eso tomaría 20 años.
Sí, claro, pero tiene que haber un compromiso de la sociedad. Es que
esto no son favores graciosos del soberano, sino el aporte que la
sociedad esté dispuesta a hacer para que el tema se resuelva. Dicho lo
anterior, que las Farc no podrán derrotar al Ejército, tampoco habría
cómo entender si el Ejército no pudo derrotarlos en los últimos 60 años,
¿qué esperan?¿que pueda hacerlo en cinco, 20 años?¿Mientras tanto la
gente qué?
Las
Farc tiene muchas posibilidades de sobrevivencia , acción y capacidad
de daño frente a la infraestructura, frente al festín de las concesiones
y explotaciones mineras y petroleras, frente a las grandes entregas de
tierra que se están haciendo en la altillanura. No hay por qué esperar
que los colonos, campesinos, y las minorías nacionales, particularmente
negros e indígenas, se conformen con mucho menos que lo que le están
dando a los grandes inversionistas.
Usted
fue protagonista de todo el proceso de la Unión Patriótica. ¿Cree que
el genocidio de este movimiento es una talanquera para este proceso?
Sí.
Yo pienso que el genocidio de la UP y el asesinato de centenares de
guerrilleros que salieron a hacer el trabajo político en el proceso de
Belisario pende no solo como un gran genocidio, sino como un listón de
prevenciones difícil pero no imposible de rebasar.
¿Cree que con la Marcha Patriótica se estaría repitiendo la historia?
No entiendo por qué machacar o insistir en vincularlo todo con la Marcha Patriótica. Lo ideal es que del proceso resulten muchas marchas nacionalistas populares que busquen constituirse en una alternativa política. No veo por qué se pueda insistir en forzar a los negociadores de las Farc en la Habana a que ya tienen que aterrizar en en un movimiento político ya organizado, cuando lo lógico es que la mejor solución a los temas militares irresolutos sean las salidas políticas que resulten de el.
No entiendo por qué machacar o insistir en vincularlo todo con la Marcha Patriótica. Lo ideal es que del proceso resulten muchas marchas nacionalistas populares que busquen constituirse en una alternativa política. No veo por qué se pueda insistir en forzar a los negociadores de las Farc en la Habana a que ya tienen que aterrizar en en un movimiento político ya organizado, cuando lo lógico es que la mejor solución a los temas militares irresolutos sean las salidas políticas que resulten de el.
Usted
que organizó muchas de las marchas cocaleras y campesinas en el proceso
de Belisario, ¿qué tanto las marchas de ahora lideradas por la Marcha
Patriótica evocan las de esa época?
De alguna manera las otras marchas pudieron ser más espontáneas o responder de manera masiva a problemas que no eran artificiales, sino problemas reales. Que en algún momento el gobierno y eventualmente los poderes del Estado hubieran estigmatizado esas marchas. Las últimas marchas, no se puede negar, que pudieron haber tenido algún tipo de expresión de campesinos que rechazaban las fumigaciones masivas no solo por los daños a sus cultivos del pancoger sino a la misma coca, base de su subsistencia. Pero las primeras marchas del Pato, por ejemplo, respondían a las exigencias que hacían los campesinos reclamando la presencia del Estado, reclamando vías, la facilidad para la comercialización de sus productos.
De alguna manera las otras marchas pudieron ser más espontáneas o responder de manera masiva a problemas que no eran artificiales, sino problemas reales. Que en algún momento el gobierno y eventualmente los poderes del Estado hubieran estigmatizado esas marchas. Las últimas marchas, no se puede negar, que pudieron haber tenido algún tipo de expresión de campesinos que rechazaban las fumigaciones masivas no solo por los daños a sus cultivos del pancoger sino a la misma coca, base de su subsistencia. Pero las primeras marchas del Pato, por ejemplo, respondían a las exigencias que hacían los campesinos reclamando la presencia del Estado, reclamando vías, la facilidad para la comercialización de sus productos.
¿Las de ahora no son espontáneas?
No descarto que en zonas muy específicas el fenómeno se mantenga como la
expresión histórica de las necesidades de los campesinos. No podría
homologar el papel de la Unión Patriótica en los tiempos en los que fui
dirigente nacional o regional del Caquetá, inclusive en compañía de los
miembros de la Habana como Iván Márquez, con quienes fundamos a la UP en
el Caquetá, con el de la Marcha. Yo entiendo que la Marcha Patriótica
es una expresión mucho mas contemporánea, mucho menos rural, que ha
incorporado mas elementos de carácter intelectual, urbano y es una
versión mucho mas acabada de una propuesta política con las
circunstancias del presente.
¿Cree que tiene que ver con las Farc?
No diría que de la misma manera que sí la tuvo la Unión Patriótica. La
UP fue una creación directamente de las Farc. A la UP confluyó el
Partido Comunista, otra serie de organizaciones, pero nunca se escondió
que el primer candidato presidencial fue Jacobo Arenas. Braulio Herrera
era el secretario ejecutivo. E Iván Márquez fue uno de los
parlamentarios.
¿Cómo describiría a Iván Márquez?
A Iván Márquez lo conocí hace mucho tiempo, y mantuvimos y hemos
mantenido una amistad que ha sobrevivido a los avatares de un país como
el nuestro. Es una persona sencilla, de condición humilde, un self-made man,
en el que se reúnen condiciones que mucha gente ignora. Estudió en un
seminario, fue profesor, fue concejal de Florencia y en buena parte de
su periplo personal mientras estuvo visible hicimos el mismo camino
juntos en la lucha política, en la UP.
¿Usted cree en la teoría de que él es opuesto al proceso con el Gobierno y por eso las Farc lo puso de jefe negociador?
Puede
haber diferencias de opinión, debates y discusiones al interior de las
Farc. Pero la eterna expectativa de que la cosa se pueda reducir a los
blandos y los duros, los militaristas y los políticos no se corresponde
ni hoy ni nunca con la verticalidad en el mando de las Farc y la
obediencia a un centro único de decisiones que seguramente se discutirán
pero en la medida que se aprueban se convierten en la línea de acción
de todos. No veo cómo puedan decir que uno de los principales
negociadores sea opuesto al proceso. Es una incongruencia.
¿Por
qué las Farc ponen a un jefe guerrillero con tan poco mando militar? El
Bloque Caribe es insignificante en términos del poderío militar.
Entendiendo
que representa por igual a los ‘militares’ y a los ‘políticos’, Iván es
un hombre de una gran capacidad. Pienso que conoce el país porque lo ha
recorrido como parlamentario y sobre todo como comandante guerrillero.
Estuvo en el Magdalena Medio, en Urabá, en el Bloque Caribe, y además,
es un aporte del Bloque Sur. Es un guerrillero maduro con gran
comprensión de la política internacional, del momento de Colombia en el
contexto de América Latina, fue un buen parlamentario. Es decir, ¿qué
tacha le puedan buscar a Iván cuando fue una decisión del Estado Mayor
de las Farc y del Secretariado colocarlo como cabeza de negociación?
Además, Iván conoce mucho el proceso de paz en Centroamérica. Estuvo en
Tlaxcala, en Caracas y en el Caguán. Es el hilo conductor de las
fracasadas negociaciones del pasado desde Betancur a una sana
expectativa de éxito de este proceso.
¿Cree que las Farc ya tomaron la decisión de hacer que funcione este proceso de paz?
Sinceramente
no conozco los detalles. Pero lo que sí se y así ha sido siempre es que
debió ser producto de una decisión del Estado Mayor Central. Lo que sí
es un riesgo es que haya movimientos insurgentes al margen del actual
proceso que puedan darle oportunidad a sectores eventualmente
descontentos de encontrar una vía que los mantenga en la lucha armada.
¿A qué se refiere?
A los elenos. Por eso pienso que el Ejército de Liberación Nacional debe
estar en la mesa de negociación, o en una mesa paralela discutiendo
prácticamente los mismos temas con algunas particularidades.
¿Cuál cree que es el verdadero apoyo de las bases guerrilleras al proceso de paz?
En todas estas cosas hay compases de espera, también en algunos sectores
del gobierno puede ocurrir lo mismo. Hay personas con un natural y sano
optimismo y otras que por su talante o por la lectura del proceso
pueden ser más pesimistas. Pero todos tienen que avanzar en el mismo
proceso, porque de otra manera no será posible. Uno de los retos mas
importantes y que pueden gravitar negativamente en el proceso es la
falta de fluidez en las comunicaciones.
¿A qué se refiere?
La delegación del gobierno tiene muchas mas facilidades, y mas fluidez
para llevar su propuesta, los puntos de discusión a los sectores
empresariales, gremiales, sociales. Y veo que ahí puede haber mucho mas
dificultad, por razones obvias, en el caso de la delegación de las Farc.
A lo cual hay que ponerle atención porque finalmente Colombia está
pendiente es del proceso en su conjunto y los resultados ideales que
cabe esperar después de una lucha de tantos años.
¿Se refiere a los rumores de que por falta de esa fluidez el Bloque Sur, por ejemplo, se podría abrir de la negociación?
Hay
riesgos, así se reconozcan o no. Y de cualquier manera, la
incomunicación, la falta de fluidez en las explicaciones oportunas y
eficaces pueden ser muy graves y delicadas. Pueden alentar las
malinterpretaciones o confusiones, pueden enviar mensajes negativos
frente a los sectores mas escépticos.
¿Quiénes estarían interesados en boicotear el proceso?
No
tendrían cómo identificarlos, pero que los hay los hay. Hay sectores
politiqueros que han medrado, que se han enriquecido, que han conseguido
fines utilitarios a los que no quieren renunciar. Hay regiones donde
hay gente trabajando contra el proceso. Y no necesariamente todos de
derecha o latifundistas y terratenientes, sino alentadas por intereses
mezquinos y criminales incluidos los del narcotráfico. Es increíble que
por ejemplo no haya políticos (salvo Fernando Almario) y altos mandos
militares y policiales presos por la complicidad y connivencia de años
con los grandes narcotraficantes que pasaron por el Caquetá y Putumayo
como Urdinola, Macaco, Leonidas Vargas etc.
¿Cree en la voluntad de paz de este gobierno?
Si.
El gobierno a mi juicio tiene un gran mandato de la sociedad y un gran
apoyo de los sectores productivos, que saben que sin un acuerdo de paz a
Colombia la hunden los 16 TLC que ya ha firmado, si no puede competir,
por la inseguridad a todos los niveles que generaría la prolongación del
conflicto con sus elementos perturbadores y que tanto dolor le han
causado al país.
¿Se leyó la carta de respuesta de Mauricio Jaramillo a Enrique Santos?
Una
verdadera calamidad. Si Enrique escribió la carta, el Santos negociador
y diplomático, se dejo ganar del Santos periodista. Y si la que
aparece, fue la respuesta de Jaramillo, ella fue desapacible e
inoportuna. Así no hablaría un “ Médico” , como le dicen a Jaramillo,
ni siquiera un camillero...
Esa
“Pareja” que tenemos con presupuesto publico en la Habana no puede
comenzar a sacarse los trapos al sol, a exponer públicamente “sus
vergüenzas”. El país espera mucho más de ellos. El respeto a los
negociadores de lado y lado, la discreción, la paciencia y la prudencia
“hacen verdaderos sabios” o como dijeran los cubanos. “En silencio tuvo
que ser”.