por Fernando
Dorado
Jueves,
24 de Enero de 2013 16:42
La
variable que determina que estos escenarios se presenten o no, está determinado
por el posicionamiento político de las conversaciones a nivel de la sociedad,
la capacidad de ésta para hacerse escuchar del gobierno y de la insurgencia, y
la movilización social por la terminación del conflicto.
¿De
pelea de compadres a enfrentamiento abierto?
Colombia: Confrontación política y escenarios posibles
Popayán, 24 de enero de 2013
Como
estaba previsto el gremio ganadero de FEDEGAN, encabezado por su presidente
José Félix Lafaurie, en entrevista con Yamit Amat[1], se dirige
lanza en ristre y con toda fuerza, no sólo contra los diálogos que se llevan a
cabo en La Habana entre el gobierno y la insurgencia, sino contra el mismo
gobierno de Juan Manuel Santos.
Los
argumentos contra el proceso de Paz son reiterativos y contradictorios:
absoluta desconfianza en la voluntad de paz de las FARC. Lo que afirma Lafaurie
se puede resumir así: 1. Las FARC no han abandonado la pretensión de tomarse el
poder por las armas. 2. No tienen unidad de mando. 3. Son narcotraficantes y
terroristas que pretenden “lavar activos y tierras ilegales”. 4. Aspiran a una
absoluta impunidad. 5. El país no aceptará una paz ventajosa para la guerrilla.
Pero en el
conjunto de la entrevista mencionada y de otras de las intervenciones públicas
de Lafaurie, lo que se percibe por parte de este dirigente gremial de los
ganaderos es su absoluta negación a considerar cualquier tipo de política
agraria que afecte los intereses de los grandes latifundistas tradicionales y
emergentes (muchos de ellos de origen criminal). Ese es su eje central.
Su
posición de no asistir al Foro sobre Política de Desarrollo Agrario Integral
(Enfoque Territorial) organizado a mediados de diciembre de 2012 por la ONU y
el Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz de la Universidad
Nacional a instancias de la Mesa de diálogos de La Habana, y los argumentos
basados en que de ese Foro no saldría ninguna decisión consensuada, ya habían
mostrado que ese gremio se enfrentaría con el gobierno de Santos.
Pero lo
que no se dice en la entrevista es lo que hay que dilucidar. A lo que más le
teme la oligarquía latifundista es al avance democrático que pueda tener el
país con los cambios políticos y sociales que surgirán de la superación del
conflicto armado. Saben que la política de “miedo al terrorismo” ha sido una
herramienta muy efectiva para mantener engañado al pueblo y no quieren
renunciar a ese útil instrumento.
A las
declaraciones de Lafaurie se suma la confrontación abierta entre Santos y
Uribe, que en la semana anterior se manifestó crudamente con el tratamiento de
“canalla” y “mentiroso redomado” que le dio el ex-presidente Uribe al actual
titular (por twiter) con ocasión de una entrevista que Santos concedió al
programa “Hora 20”
de la cadena radial Caracol.
Se agudiza
así, la confrontación entre el latifundismo ganadero encabezado por Uribe y la
burguesía transnacionalizada que representa Santos. El presidente del gremio
ganadero más importante de Colombia lo trata de entreguista de los intereses
nacionales a la guerrilla y el ex-presidente Uribe lo califica de canalla y
mentiroso.
Como ya lo
hemos señalado en anteriores artículos no se trata de cualquier pelea de compadres.
Han sido compadres pero algo más de fondo los enfrenta. La lucha política se ha
abierto, Uribe prepara su candidatura al Senado y alista sus alfiles para
construir una competitiva candidatura a la presidencia de la república que
enfrente a Santos en la campaña de 2014.
Las causas
de fondo
En forma
sintética hemos afirmado que dos temas centrales dividen a estos dos sectores
de la clase dominante colombiana. Uno, la necesidad de bajar el costo de la
renta del suelo, uno de los más caros de la región[2], por parte de
sectores de la burguesía que aspira – en alianza con grandes empresas
transnacionales de todo el mundo – a participar de los proyectos
minero-energéticos y de los agro-negocios relacionados con la producción de
etanol y biodiesel (caña de azúcar y palma aceitera) y con la producción de
productos de agro-exportación (soya, maíz, cafés robustas, cultivos forestales
y otros).[3]
Es
evidente que esta aspiración (bajar el valor de la tierra), que está plasmada
en estudios realizados por la Sociedad de Agricultores de Colombia SAC, se
entrelaza con la negociación de un pacto de Paz con la insurgencia que además
de superar y terminar el largo conflicto armado colombiano, establezca
condiciones óptimas para la inversión nacional y extranjera en el campo.
El otro
tema que enfrenta a estos dos sectores oligárquicos es el relacionado con la
visión geopolítica del mundo. La burguesía financiera internacionalizada –
encabezada por los grandes grupos económicos como los Sarmiento Angulo, Ardila
Lulle, el Sindicato Antioqueño, Santodomingo y otros –, sabe que no puede vivir
eternamente de la renta del suelo y de la especulación rentística del mismo, y
que frente a la crisis que vive el sistema capitalista mundial, ellos deben
aprovechar las inmejorables condiciones que se están presentando a nivel
internacional para intervenir en dichos negocios.
La
diferencia esencial que tienen con los latifundistas ganaderos y demás
terratenientes emergentes consiste en su posición frente a los EE.UU. Mientras
que los representantes políticos del latifundismo (Uribe y Cía.) se ubican en
la vieja confrontación entre USA y la amenaza comunista, entre el “mundo libre”
y el “totalitarismo de izquierda”, la burguesía transnacionalizada que está
liderada en América Latina por los capitalistas brasileños, realizan alianzas
estratégicas con sectores de los trabajadores (PT, Lula) y con sectores medios
de la sociedad, para constituir un bloque regional de poder económico y
político que les permita jugar en el concierto internacional.
En cierto
sentido, podríamos afirmar que esa burguesía transnacionalizada brasileña,
desde hace varias décadas venía construyendo una especie de “nueva” conciencia
de clase nacional y supra-nacional (“latinoamericanista”), y ante la crisis de
decadencia del imperio estadounidense, va arrastrando hacia sus posiciones a
burguesías tradicionalmente entreguistas y anti-nacionales como las de
Colombia, Chile, México, Perú y otros países de la región.
Esa
burguesía transnacionalizada apuesta también a que los gobiernos
revolucionarios de Venezuela, Ecuador y Bolivia se limiten a políticas de
redistribución del ingreso y de asistencia social, que en el marco de las
políticas neoliberales ya habían sido diseñadas con el pomposo nombre de
“transferencias condicionadas en efectivo”[4], y realicen
algunas nacionalizaciones en sectores estratégicos de la economía pero no
profundicen en políticas de expropiación masiva de los medios privados de
producción. ¿Si ellos negocian con China – que mantiene a nivel político un
régimen centralizado – por qué no podrían aceptar que países de la región
asuman otros modelos de desarrollo?
Para la
oligarquía latifundista – que todavía concibe la política y las relaciones
internacionales en términos coloniales – esa posición es inconcebible. Para esa
oligarquía gran-terrateniente, políticos gobernantes como Chávez, Correa o Evo
Morales son encarnaciones de Fidel Castro y del comunismo del siglo XX, son
“amenazas a la democracia” que deben ser enfrentadas abiertamente. Y para ellos
su principal aliado siempre será la falange derechista enclaustrada en el
Departamento de Estado de los EE.UU. y en la CIA. En eso no tienen la más
mínima duda.
La
confrontación y su desarrollo
La
andanada de Lafaurie no es sólo “politiquería contra la paz”. Va mucho más
allá. Se trata de la lucha por el poder político. Es un paso más en la escalada
por polarizar el país entre quienes aspiran a cambios democráticos y quienes se
niegan a visualizar y considerar un pacto por la democracia y la paz.
Que el
gremio más poderoso de los ganaderos colombianos se enfrente a un gobierno que
en gran medida fue elegido por ellos mismos, es un hecho que no se puede dejar
pasar. Que usen los medios de comunicación para tratar de sabotear el
desarrollo de las conversaciones entre la insurgencia y el gobierno, es lo
menos que se puede esperar de ellos. Lo que no se puede descartar es que
utilicen los contactos que todavía tienen con los antiguos grupos paramilitares
para reorganizar fuerzas armadas contrainsurgentes, que de alguna manera ya
vienen actuando contra los líderes de los procesos de restitución de tierras,
reparación de las víctimas y otros dirigentes sociales. Eso es mucho más grave.
En ese
sentido la insurgencia debe valorar con toda claridad el momento. Es evidente
que la terminación del plazo establecido desde el 20 de noviembre pasado del
cese de fuegos unilateral coincide con esta campaña agresiva contra el proceso
de Paz, y en la medida en que la guerra nuevamente arrecie en el campo, los
enemigos del proceso de diálogos van a echarle más leña al fuego.
Los
acostumbrados cálculos que puede hacer la insurgencia sobre los efectos que
pueda traer una escalada militar contra fuerzas gubernamentales o contra la
infraestructura productiva en el escenario de la negociación, pueden estar
totalmente equivocados. Es claro que – a nivel de opinión pública – van a
debilitar la posición del gobierno y van a fortalecer a los enemigos del
proceso de paz. Es evidente que el gobierno va quedando en un emparedado, en
donde por un lado las FARC le exigen cese bilateral de fuegos, regularización
del conflicto y reformas democráticas para el sector agrario mientras los
grandes latifundistas rechazan cualquier cambio en todos los terrenos.
¿Cual
puede ser el desenlace? ¿Cuáles los escenarios posibles?
De acuerdo
a las fuerzas sociales y políticas que se mueven en el entorno político
colombiano podemos visualizar – entre otros – los siguientes escenarios en el
inmediato futuro:
1.
Escenario ideal para las fuerzas democráticas (poco probable): Avance de las
negociaciones, fortalecimiento político de esa expectativa acompañada de
grandes movilizaciones sociales que presionen por un cese bilateral de fuegos y
por la superación del conflicto. Elección en 2014 de un candidato de fuerzas
democráticas y populares.
2.
Escenario ideal para las fuerzas retardatarias (relativamente probable):
Agudización y mayor degradación de la guerra interna, rompimiento de los
diálogos y frustración del proceso. Elección de un gobierno uribista.
3.
Escenario ideal para las fuerzas “santistas” (muy probable): Alargue de las
conversaciones sin que la sociedad logre movilizarse con fuerza y contundencia.
Situación de “stand bye”, expectativa moderadamente optimista y
elecciones de 2014 en medio del proceso de diálogos. Reelección de Santos.
4.
Escenario incierto: Continuación de las conversaciones en un clima de
polarización cada vez más ácido y beligerante. Debilidad gubernativa, crisis de
representación y fortalecimiento del conflicto en todos los órdenes. Elección
precaria de un gobierno santista, uribista o alternativo.
La
variable principal que determina que estos escenarios se presenten o no, está
determinado por el posicionamiento político de las conversaciones a nivel de la
sociedad, la capacidad de ésta para hacerse escuchar del gobierno y de la
insurgencia, y la movilización social y política por la terminación consensuada
del conflicto armado que vive la nación.
Sin
embargo, esa variable también depende del comportamiento en la mesa y fuera de
ella de los actores políticos (guerrilla, gobierno, oposición de derecha y de
izquierda, movimientos sociales), que juegan a favor o en contra de esa
participación social en el tema del conflicto armado y la Paz.
En los
próximos meses los escenarios posibles serán más visibles a la luz de los
acontecimientos sobrevinientes. La pelea de compadres poco a poco se convierte
en una confrontación directa y abierta al interior del bloque de poder. Las
fuerzas democráticas y sociales tienen la mesa servida pero se encuentran
dispersas y desorientadas. Habrá que esperar la evolución de los hechos.
[1] Ver: “El proceso de paz no va para ninguna parte:
presidente de FEDEGAN”: http://m.eltiempo.com/politica/el-proceso-de-paz-no-va-para-ninguna-parte-presidente-de-fedegan/12531004/1/home
[2] Portafolio – “Colombia tendría la tierra más cara de la
región, según la SAC”: http://www.portafolio.co/archivo/documento/MAM-3694233
[3] Ver: Héctor Mondragón. “¡Es la renta de la tierra!”: http://viva.org.co/cajavirtual/svc0329/articulo02.html
[4] Las transferencias condicionadas en efectivo (TCE)
significan un instrumento de política social focalizada a hogares en condición
de pobreza y pobreza extrema. Las TCE son cantidades de dinero en efectivo que
se entregan en forma directa con cierta periodicidad, a cambio del cumplimiento
de una o varias condicionalidades. Generalmente las condicionalidades que deben
cumplir los hogares son: asistencia regular a la escuela, visitas periódicas a
los centros de salud, y en algunos programas se condiciona al nivel nutricional
de los niños.