jueves, 24 de enero de 2013

Núremberg, la memoria en la Historia

Adolf Hitler



Por Miguel Urbano Rodrigues

En Europa, las campañas de blanqueamiento del fascismo ganaron amplitud en los últimos años. En libros, en televisión y en mesas redondas, historiadores, politólogos y sociólogos se esfuerzan por negar, en Portugal, España, Hungría, Rumanía que Salazar, Franco, Horthy y Antonesco hayan sido dictadores y califican a sus regímenes de “autoritarios”, afirmando que practicaron políticas endurecidas. La misma acción de las policías políticas es minimizada. Los fascismos ibéricos, destacadamente, habrían sido una invención de los comunistas.
En Italia los políticos de derecha van más lejos. Partidos neofascistas han ejercido el poder y Mussolini es presentado por destacados intelectuales como un estadista progresista, autor de una obra revolucionaria.
Así se intenta apagar la memoria en agresión a la Historia.
Releí hace días un libro que adquirí en la Unión Soviética y que entonces me llevó a una profunda meditación sobre la “elite nazi” responsable de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial: “El proceso de Núremberg”, de Arkadi Poltorak, el juez que fue jefe del secretariado soviético del Tribunal Internacional que juzgó a los grandes criminales de guerra nazis en aquella ciudad alemana.*
Fueron 22 los militares y civiles entonces juzgados. Once, entre ellos Goering, Keitel, Jodl, Ribbentrop, Rosenberg, Streicher, Kaltenbrunner, Seyss Inquart, Sauckel, Frank y Frick fueron condenados a muerte y ahorcados. **
Rudolf Hess fue condenado a cumplir prisión perpetua.
Los almirantes Raeder y Doenits, y Albert Speer, Schirach y Neurath, condenados a penas pesadas, fueron más tarde amnistiados y fallecieron en libertad.

Hitler, Goebbels, Himmler se suicidaron en los últimos días de la guerra para escapar al castigo. Ley se suicidó en la cárcel en la víspera de la audiencia. Bormann proscrito, fue también condenado a muerte.
Schacht, Von Papen, Fsitzche, fueron absueltos a pesar de la oposición de los magistrados soviéticos.
Durante la audiencia, que duró 250 días, el Tribunal examinó los originales de más de 3000 documentos, interrogó 200 testigos y recibió 300 000 testimonios bajo juramento. Muchas de las pruebas eran documentos confiscados por los ejércitos aliados en los estados mayores alemanes, en oficinas públicas, y escondrijos en minas de sal, paredes falsas y subterráneos. Los abogados de la defensa defendieron a los reos sin restricciones, como en los tribunales occidentales.
El Procurador General norteamericano, Robert Jackson, justificó el Tribunal Internacional con estas palabras:

 “Lo que confiere tanta importancia a esta audiencia es el hecho de que estos reos representan influencias nefastas que, mucho tiempo después de que sus cuerpos se hayan convertido en polvo, aún inquietaran al mundo. Ellos son el símbolo de un nacionalismo y de un militarismo salvajes, de intriga, de voluntad de poder, son los símbolos de un nacionalismo y de un militarismo salvajes, de intrigas y preparativos para una guerra, en cuyo decurso generaciones enteras fueron en Europa trasplantadas, en que hombres fueron exterminados, lugares destruidos y toda la economía llevada al empobrecimiento”.
Roman Rudenko, el Procurador General soviético, señaló en la caracterización del proceso que era la primera vez en la Historia de la Humanidad que eran juzgados criminales que se habían apoyado en un Estado para hacerlo instrumento de monstruosos crímenes.
En el veredicto emitido, el Tribunal Internacional recordó que “los campos de concentración se habían convertido en lugares de exterminio organizado y metódico”, recordando que los asesinos se complacían en el refinamiento de la crueldad. Sometían con frecuencia a prisioneros torturas monstruosas, incluyendo “diferentes experiencias sobre la reacción a grandes altitudes, al tiempo de vida en el agua helada, al efecto de balas envenenadas y a ciertas enfermedades contagiosas”.

En una inolvidable visita a Auschwitz en 1981 tuve la oportunidad de ver pantallas para lámparas de piel humana, margarina y jabones de grasa humana, y máquinas que transformaban huesos humanos en abono.
El libro de Poltorak llama la atención para una realidad olvidada: Los magnates de la industria y de las finanzas del III Reich, Krupp, Voegler, Lowenfeld, Schroeder, Tyssen, Schnitzler contribuyeron activamente para el ascenso de Hitler al poder, apoyaron sus guerras de agresión, algunos colaboraron en la estrategia de “solución final” cuyo desenlace fueron las cámaras de gas y los hornos crematorios. Sólo uno de ellos, Gustav Krupp compareció en Núremberg como reo, pero enfermó y no fue  allí juzgado. Los norteamericanos acabaron, además, por devolver a la familia Krupp  sus fabulosas industrias que durante la guerra habían ganado millones utilizando el trabajo esclavo en las fábricas de armamento.

En el prefacio al libro de Poltorak, el procurador soviético, Smirnov, Presidente del Supremo Tribunal de la URSS, cita los planes de Hitler para eliminar millones de esclavos. La referencia es oportuna. El genocidio de los judíos, ampliamente conocido, es justamente condenado por la humanidad.
¿Pero cuantos norteamericanos o europeos leyeron algo sobre el “Plan de despoblamiento” del que Hitler se enorgullecía? Pocos.
En conversación con Raushning, un familiar suyo, el Führer, después de la invasión de la URSS,  le explicó “la técnica de despoblamiento”. El objetivo era exterminar 30 millones de rusos y polacos, “seres de razas inferiores que se multiplican como larvas” y abrir los territorios ocupados del Este a la colonización alemana.

LAGRIMAS POR NÚREMBERG

Juicio de Núremberg


Transcurridos 66 años del veredicto de Núremberg, los dirigentes de las grandes potencias occidentales e influyentes media internacionales evitan el tema. Se tornó incómodo.
Alemania es actualmente el motor de la Comunidad Europea. Sucesivos gobiernos de la CDU y del SPD amnistiaron a criminales de guerra nazis. Decenas de  millares nunca pisaron la cárcel ni fueron juzgados y muchos ocuparon altos cargos en la Administración, en el Ejército, en la Policía, inclusive en los tribunales de la República Federal.
En Inglaterra y en los EEUU las críticas a Núremberg no se hicieron esperar.
Lord Hankey, diplomático de prestigio, definió el Proceso como “peligroso precedente para el futuro”. El periodista Belgion Montgomery, comentando la audiencia, escribió: “si un simple mortal hubiese caído de la luna en Núremberg... habría de pensar que estaba en el reino del absurdo total”.
Influyentes media occidentales, sobre todo en los EEUU, no escondieron a lo largo del Proceso su simpatía por algunos de los reos.

Los Estados Unidos promovieron la salida clandestina para su país de centenas de ex-nazis acusados de crímenes graves, incluyendo científicos y militares que desempeñaron funciones importantes en universidades y en la propia Administración.
En Núremberg, a lo largo de la audiencia, algunos de los más destacados nazis, inicialmente arrogantes, cambiaron de actitud. Goering, Keitel, Jodl, Doenitz, en la esperanza de salvar la piel atribuyeron la mayoría de los crímenes de que eran acusados a otros reos, sobre todo a Himler, a Kaltenbrunner y a Borman. Los aristócratas Von Papen y Neurath, y el banquero Schacht, criticaron a Hitler y a las SS, elogiaron con frecuencia a los EEUU y no dirigieron siquiera la palabra al SS Kaltenbrunner.

No obstante algunas insuficiencias del veredicto –destacadamente las tres absoluciones- el Proceso de Núremberg fue un acontecimiento histórico positivo. Conforme subraya Arkadi Poltorak en su libro, “el peligro que amenazara a la humanidad unió en el seno del Tribunal Internacional, como en los campos de batalla, hombres de diferentes países y continentes, representantes de diferentes sistemas sociales”.
Las nubes de la guerra fría ya se formaban, en tanto, en el horizonte. Fue durante el juicio que Churchill pronunció el famoso discurso de Fulton, impregnado de anticomunismo.
Pero era entonces inimaginable que, transcurridas menos de siete décadas, el capitalismo se implantaría en Rusia, después de la disgregación de la unión Soviética, y que crímenes monstruosos contra la humanidad volverían a cometerse, esta vez por las potencias que, aliadas a la URSS, habían combatido y derrotado al Reich hitleriano.

El imperialismo contemporáneo se empeña en ocultar de la Historia la memoria del fascismo.
De ahí la actualidad permanente del bello libro de Arkadi Poltorak sobre el Proceso de Núremberg.

*O Processo de Nuremberga, Arkadi Poltorak, Edições Progreso, Moscovo 1989
** Durante el Proceso de Núremberg fueron juzgados solamente 22 grandes criminales de guerra. Posteriormente las cuatro potencias aliadas –Inglaterra, EEUU, URSS y Francia- y los tribunales alemanes juzgaron decenas de civiles y militares nazis. Las penas fueron, en la mayoría de los casos , suaves.

Traducción: Jazmín Padilla
El Original portugués de este articulo se encuentra en
www.odiario.info