miércoles, 23 de enero de 2013

Envidia de la buena: La austeridad de Pepe Mujica




Envidia de la buena
Por Marta Ruiz




Pepe Mujica con su compañera Lucía Topolansky en una cafetería






Tener un presidente austero es un lujo que se dan pocos países. Pero tener uno coherente y auténtico es realmente una noticia mundial.
Es Pepe Mujica, presidente de Uruguay, de vacaciones en cualquier balneario de su país. No en New York, no en Londres, no en Madrid. Sí, es el presidente más pobre del mundo, aunque él dice que pobre es el que necesita mucho, y no el que vive con poco.

De su salario toma apenas algo más de dos mil dólares, y dona el otro 90% a las cooperativas de su pueblo. Maneja un Wolkswagen escarabajo modelo 87 y una moto. Renunció a vivir en el palacio presidencial para quedarse en su finquita, donde cultiva habas. No tiene servidumbre y redujo a la mínima expresión su escolta policial. En la foto aparece con su compañera de toda la vida, Lucía Topolansky, que no es precisamente una primera dama tipo florero. Es senadora de la izquierda de su país.

Sus opositores lo acusan de tomarse unas copas de más, y de volverse un poco eufórico después de hacerlo. De ser muy desabrochado para hablar. De haber ido recientemente a la posesión de Chávez sin Chávez, en la plaza de Miraflores. Pero allí fue aclamado porque habló apenas 30 segundos y les dijo a los venezolanos lo que tocaba: mantengan la unidad, la paz y trabajen duro.

Sin mucha retórica, y bastante sentido común, decidió que iba a legalizar la marihuana en su país, antes de que las mafias le hagan mella a su sociedad. Echó para atrás la decisión, a pesar de tener los votos parlamentarios para sacar la ley adelante, porque el pueblo, según las encuestas, no aprueba la iniciativa. Dijo que se dedicaría a hacer pedagogía al respecto durante este año.

Fue guerrillero y no precisamente de cafetería. Tupamaro, nada más y nada menos, lo que en palabras de hoy sería un terrorista urbano. Detenido en varias ocasiones, una de ellas durante un enfrentamiento armado en el que recibió seis disparos. Pasó 15 años de su vida en la cárcel, en condiciones brutales.

Cuando salió libre, en 1985, tuvo el valor de reconocer que la lucha armada era un camino equivocado. Desde entonces hace política. Y aunque tiene el poder, no ha cambiado su estilo de vida. Eso se llama coherencia y es uno de los valores más escasos en el mundo. En la derecha y en la izquierda.

A pesar de que fue torturado por los gendarmes de la dictadura, y vivió parte de su presidio en una cloaca, se opuso hace un par de años a revertir la amnistía para los militares de su país. Mira para el futuro, más que para el pasado. No habla pendejadas sobre el amor, pero no carga odios. Valora tanto la amistad, que siendo ateo consumadofue capaz de ir a misa a rezar por Chávez.

Hizo historia el año pasado en Brasil con su discurso en la cumbre Rio+20 porque nos recordó que el trabajo y el dinero están en función de la felicidad y que el mundo va por un camino de consumismo insaciable. Algunos criticaron su elogio de la austeridad como fruto de la edad (tiene 77 años), de la experiencia en prisión o de su formación marxista.

Pero “El Pepe” no es un asceta. Por el contrario, considera que uno trabaja para liberar tiempo y estar con los amigos, y tomarse un mate o un café en la tardes, como se ve en la foto. Muchos dicen que en Uruguay la vida es un poco aburrida. Por lo menos aél se le ve bastante contento.

Tener un presidente austero es un lujo que se dan pocos países. Pero tener uno coherente y auténtico es realmente una noticia mundial.

Cada que veo a Pepe Mujica siento una gran envidia. Y es que no pierdo la esperanza de que algún día Colombia, que tanto se precia de su democracia, tenga un presidente como él: cuyas palabras revelen lo que realmente piensa, y sus actos se correspondan con lo que pregona.

¿Será mucho pedir?