Horacio Duque.
Cesar Gaviria, ex presidente colombiano, jefe
político de la delegación del gobierno para las conversaciones de paz en La
Habana, ha dicho e indicado muy orondo a sus subalternos que es preferible
hacer un acuerdo con un "sector" de las Farc y dejar al resto de
dicha guerrilla por fuera a causa de su supuesto radicalismo (Ver diario El
Espectador de Bogota, en su sección política del martes 29 de enero de 2013).
La recomendación la plantea a propósito del debate
por el cese bilateral del fuego y hostilidades, luego que terminara la tregua
unilateral decretada por los Farc en un lapso de 60 días y con resultados
contundentes por el clima de paz vivido.
Las palabras de Gaviria tienen mucha trascendencia
toda vez que varios de los funcionarios colocados en los cargos relacionados
con las conversaciones de paz corresponden a su cosmovisión neoliberal.
Humberto de la Calle, ha sido su abogado de toda la vida y Fernando Carrillo,
el Ministro del Interior, es hechura de fabrica. Son como unos clones sin
fisuras.
Gaviria, genio y figura de la politiquera colombiana
para quien la regla vital de su existencia ha sido el "divide y
reinaras". Fue el artífice del cartel de los Pepes, una alianza siniestra
entre la policía y el cartel de Cali, para aniquilar a Pablo Escobar en
Medellin.
Cerebro del neoliberalismo nacional (es economista
neoclásico furioso), autor de la apertura económica que destruyo buena parte de
la economía colombiana al iniciarse los años 90. Confeccionó un discurso
ambiguo para direccionar el proceso, la septima papeleta y la Asamblea
Constituyente de 1991, que emitió una Constitución incorporando un modelo
social de fachada pero con un marco expedito para las recetas privatizadoras y
la autonomía de los militares que a su amparo han cometido las peores
atrocidades en materia de derechos humanos como los conocidos "falsos
positivos". Gracias al artículado de la Constitución del 91, de la que se
ufanan seudo izquierdistas de cafetin, este país ahondó sus desigualdades y
tiene unos potentados multimillonarios que se disputan primeros lugares en la
globalidad. Todo eso se lo debemos a la famosa constitución de 1991 del señor
Gaviria, que ahora nos ensalzan para descalificar la propuesta revolucionaria
de convocar una Asamblea Constituyente que funde una nueva democracia para la
paz en Colombia.
La inciativa del señor Gaviria de dividir las Farc
es su viejo sueño, ya lo intento en 1991 cuando bombardeo La Uribe (Meta) con
el fin expreso de propiciar la dispersión de la fuerza guerrillera, según
recomendación que le hacían sus cerebros de cabecera, Chucho Bejarano y Rafael
Pardo, el actual Ministro de Trabajo.
Ese proyecto retrata la miseria ética y política del
personaje. Sus claves son las de un codicioso mercader. Desconoce que la unidad
de la resistencia campesina revolucionaria expresa valores muy profundos de
cohesión en el seno del pueblo colombiano que ha sufrido la violencia y
despotismo de la oligarquía por muchos años. Las Farc expresan con certeza,
mediante su forma de lucha, la potencia de la voluntad popular que tiene como
objetivo supremo destruir el dominio de las élites plutocráticas y su régimen
político autoritario, de cohecho electoral y partidos empresas de corrupción y
despojo de los patrimonios sociales.
Taca burro el caballero. Primero que se ocupe de la
división en su jurisdicción y mire a ver que hace con el ex presidente de
marras que causa desorden y puntos de fuga en el bloque dominante.
Señor Gaviria, ¿Cierto que soñar no cuesta nada?. No
aprende Usted de su experiencia pasada y los daños que le hizo a Colombia con
sus reformas de mercado al Estado para privatizarlo y de la sociedad civil para
debilitar las múltiples formas de la organización autónoma del pueblo.